Albergo serias dudas
respecto a si la aplicación del artículo 155 de la Constitución española hará
desistir de su empeño por conseguir la tan ansiada independencia a los miles y
miles de catalanes que se han visto afectados en su amor propio esta vez pero
cuyas esperanzas continuarán manteniendo intactas hasta lograr encontrar, tarde
o temprano, la fórmula que les permita de nuevo a aspirar a aquello por lo que
siempre han estado esperando.
No se trata de un
simple capricho espontáneo sino de un profundo deseo incubado en el seno de una
especial idiosincrasia como la catalana y cuya relevancia no hemos sabido
asimilar el resto de españoles, afectados seguramente por una ignorancia
histórica que no nos ha permitido hacernos una composición de lugar sobre sus
lícitas aspiraciones a una soberanía que a su criterio les fue arrebatada en su
día de manera muy arbitraria.
Esta sencilla
introducción me predispone a viajar al pasado; a aquella escuela primaria de
los años cincuenta en Tenerife en la que casi nunca nos hablaron de los
primitivos habitantes de las islas, los guanches, y que cuando alguna vez lo
hicieron siempre creímos que no tenían nada que ver con nosotros porque se nos
consideraba, ante todo, españoles.
Dicho esto y con el paso del tiempo sí que aquellos niños empezamos a tener clara conciencia de ese sentimiento isleño integrador pero, en mi opinión, sin llegar a aproximarse a aquel otro, -sentimiento también-, de tanto arraigo por la tierra y tradiciones como el que muchos años más tarde tuve la oportunidad de conocer y experimentar en Cataluña. Y todo ello me lleva de la mano de la música hasta la célebre CANTATA DEL MENCEY LOCO que con tanto ahínco y coraje llevaron a cabo los componentes de LOS SABANDEÑOS. ¿Es la CANTANTA sólo el estremecedor relato de unos hechos históricos acaecidos en las Islas? ¿Es tal vez una denuncia musicada de la crueldad de los castellanos para con los aborígenes guanches? ¿Quizá la exaltación sin más de un genocidio sin importancia padecido por la población indígena a miles de millas de la Península?
Dicho esto y con el paso del tiempo sí que aquellos niños empezamos a tener clara conciencia de ese sentimiento isleño integrador pero, en mi opinión, sin llegar a aproximarse a aquel otro, -sentimiento también-, de tanto arraigo por la tierra y tradiciones como el que muchos años más tarde tuve la oportunidad de conocer y experimentar en Cataluña. Y todo ello me lleva de la mano de la música hasta la célebre CANTATA DEL MENCEY LOCO que con tanto ahínco y coraje llevaron a cabo los componentes de LOS SABANDEÑOS. ¿Es la CANTANTA sólo el estremecedor relato de unos hechos históricos acaecidos en las Islas? ¿Es tal vez una denuncia musicada de la crueldad de los castellanos para con los aborígenes guanches? ¿Quizá la exaltación sin más de un genocidio sin importancia padecido por la población indígena a miles de millas de la Península?
¿No se ha pretendido
acaso, a través de la música, asistir a la grave tragedia sufrida por nuestros
antepasados a manos de unos furibundos conquistadores y cuyos hechos, relatados
de tal manera melódica, nos han hecho tomar al fin plena conciencia sobre
nuestra particular manera de entender el despertar de un intrínseco sentimiento
canario de revancha contra los injustos avatares del curso de la historia que
no nos tocó vivir pero que sin embargo nos convertiría a la postre en miserable
vasallaje de ultramar bajo la Corona de Castilla?
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