Oyendo el otro día las declaraciones de Arantxa Sánchez Vicario referidas no sólo ya a las tensas relaciones mantenidas con sus padres en los últimos años sino también al difícil trance por el que actualmente está pasando la ex tenista con el tan discutido divorcio de su marido además, y por si fuera poco, de la cuantiosa deuda contraída con el Banco de Luxemburgo, con sede en Suiza, para hacer frente a los compromisos contraídos con la hacienda española, he tratado de recuperar unas fotos tomadas por descuido a sus padres hace ya unos años mientras degustaban unos refrescos en un conocido bar de Sant Feliú de Guixols.
Como quiera que siempre voy acompañado de mi inseparable cámara fotográfica, me tomé la libertad de fotografiarles sin su expreso consentimiento aunque la Sra. Vicario, en un momento dado, ya había advertido mi irremediable presencia. La madre de la ex tenista, luego de preguntarle al camarero si yo era periodista y este le respondiera que no, se sintió mucho más aliviada pero su atenta mirada no me quitó ojo de encima en ningún momento.
Su imagen por si sola pone de manifiesto el supuesto fuerte carácter con el que desempeñara el rol de madre en el seno de la familia aunque no me atrevería yo a afirmar que ejerciera un férreo matriarcado entre los suyos, pero a juzgar por las propias opiniones vertidas en ese particular por su hija, habrá que dar crédito a sus últimas declaraciones. Yo sólo juzgo la dura y profunda mirada de su madre.
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