Los hoy todavía jóvenes portuenses que apenas sepan algo sobre la vida de “TATO” PERERA no deberían creer que su actual deterioro físico es herencia de una maltrecha salud de nacimiento.
En la década de los años 70 del siglo pasado, “TATO” pasaba por ser un joven bastante atractivo, simpático y, sobre todo, divertido. Un joven con inquietudes literarias que, al parecer, muchos años más tarde cristalizarían en la publicación de algún libro de poemas de cierta importancia.
En mi opinión, llegaría un momento en que “TATO” se dejaría influenciar totalmente por la obra y vida de aquellos otros poetas llamados malditos de finales del siglo XIX y a partir de entonces trataría de imitarles en todo, dedicándose a ello en cuerpo y alma, sin sospechar siquiera el riesgo que, con el tiempo, correría su salud física y, quizá, también mental.
En mi opinión, llegaría un momento en que “TATO” se dejaría influenciar totalmente por la obra y vida de aquellos otros poetas llamados malditos de finales del siglo XIX y a partir de entonces trataría de imitarles en todo, dedicándose a ello en cuerpo y alma, sin sospechar siquiera el riesgo que, con el tiempo, correría su salud física y, quizá, también mental.
De los poetas malditos de entonces, el propio Verlaine expondría en su día que: “Dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a acoger el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura. También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, teniendo vidas trágicas y entregados con frecuencia a tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dones literarios.”
Influenciado como yo estaba entonces por la fotografía cinematográfica, no podía en absoluto sustraerme a la presencia estética de ciertos individuos (chicos y chicas) que en la década de los años 70 del siglo pasado pululaban por el Puerto de la Cruz con aquella elegancia natural copiada, en algunos casos, del estilo americano de vida que destilaban las películas exhibidas en el Cine Olympia y el Teatro Tophan, hoy desafortunadamente desaparecidos.
Así quise fotografiar entonces a “TATO” PERERA: en el cenit de su magnífica juventud.
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