Mediante la previa y próxima aprobación de un decreto ley presentado por el Gobierno de Pedro Sánchez va a ser, por fin, posible la tan discutida exhumación del cadáver de Francisco Franco de su tumba en el Valle de los Caídos.
El Sr. Casado, presidente del Partido Popular ha aconsejado a los responsables de tal decisión no malgastar dinero público en llevar a cabo la exhumación del dictador además de no perder el tiempo en abrir viejas heridas ya cerradas después de tanto tiempo.
Lo que posiblemente ignora el Sr. Casado es que muchas de las heridas que el supone ya cerradas continúan todavía abiertas entre aquellas familias cuyos parientes no sólo fueron abandonados tras las tapias de los muchos cementerios de este país o muy mal enterrados a lo largo de tantas cunetas de la geografía española sino que para mayor escarnio de otras muchas, sus familiares más cercanos, después de interminables años de trabajos forzados durante la construcción de su propia tumba, fueron, para colmo, enterrados junto a quien fue el principal responsable de tanto sufrimiento padecido.
Con la llegada de la democracia en el año 1977 la otrora popular Plaza del Charco del Puerto de la Cruz en Tenerife continuaba aún rebautizada con el nombre del general pero en aquellos primeros años del gobierno de Adolfo Suarez, aquella placa azul galvanizada continuaba custodiada por los pasquines propagandísticos de FUERZA NUEVA en contra de la Constitución recién creada para beneficio de todos aquellos que apostaron por las libertades tanto tiempo esperadas.
Con el tiempo, la bella plaza recuperaría su primitivo y popular nombre por el que fuera siempre conocida: PLAZA DEL CHARCO
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