RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

viernes, 6 de marzo de 2009

DOMESTICS AFFAIRES: Interlocutor válido

PATXI: BICHÓN MALTÉS
Livingstone no tenía absolutamente nada en contra de los perros en general y mucho menos aún en contra del suyo propio pero, sin embargo, con PATXI, que así se llamaba el bichón maltés que le acompañaba a él y a su señora esposa desde hacía ya tres años, la relación que venía manteniendo últimamente no se ajustaba, ni mucho menos, a los criterios que del pequeño can se había llegado a formar el ilustre viajero sobre si, como se suponía, resultaba ser el animal más idóneo de compañía.

-Patxi, papá no ha puesto hoy la lavadora, -le comentaba Lady Melanie como si al perrito le hubiera de afectar de alguna manera el inoportuno olvido de su amo.

Patxi, sentado, desde muy abajo elevaba entonces su tierna mirada en silencio y como advirtiéndole a su amo de lo que él sí había escuchado y de lo que el hombre había olvidado, agitaba luego nerviosamente la cola haciéndose entender, barriendo con ella, el límpido suelo al que, precisamente, Livingstone, dándose ya por enterado, acababa de fregar

Una vez puesta en marcha la colada, Lady Melanie y él continuaban su anodina conversación como si nada se hubiera insinuado entre ambos. Acostumbraban a comentar amistosamente impresiones sobre las distintas noticias aparecidas en los tabloides, sobre sus mutuos achaques físicos o mentales, sobre la decadencia de la caza del zorro, sobre las dificultades económicas que atravesaba el país como consecuencia de la tan cacareada crisis o sobre otras muchísimas cosas de carácter general, pero de lo único que no se hablaba jamás en casa era de los posibles problemas domésticos comunes. NON COMMENT. Cuando no, permanecían en silencio, sin absolutamente nada que decirse, durante el tiempo que fuese necesario hasta que ella, por lo general, volvía de nuevo a la carga mientras cenaba frugalmente lo que su esposo había cocinado previamente esa tarde, para dirigirse una vez más a Patxi, con el mismo tono, mimo y entusiasmo que tenía últimamente por costumbre:

-No, Patxi, pollo no te voy a dar porque a papá se le ha olvidado ponerle sal; está muy soso.

Mientras, el perro, que continuaba erguido sobre sus patas traseras por si cayera algo aunque estuviera desabrido, mantenía colgando la lengua húmeda bajo la negra trufa de su naricilla. Entonces Patxi giraba su diminuta cabeza hacia Livingstone y agitando como siempre la cola en el espacio sombrío de la cocina, trataba, no en vano, de comunicarle en silencio el mencionado mensaje lanzado ahora por su desagradable esposa.

Pacientemente, Livingstone se dirigía entonces hacia los fogones y mientras ella continuaba consolando a Patxi por todo lo que el animalito estaba perdiéndose por culpa de la posible amnesia de su marido, este rectificaba apresurada y convenientemente de sal el contenido de la olla a presión volviendo luego a depositar la tapa encima con sumo cuidado de no hacer ni el menor ruido, no fuera que Patxi se asustase y Lady Melanie se llevase un descomunal disgusto sin necesidad.

De esta tan sencilla manera, el diminuto Patxi había pasado de ser la típica mascota de compañía de unos sexagenarios aburridos a convertirse en el idóneo y único interlocutor válido entre las dos personas de las que se componía el indisoluble matrimonio que formaban Sir. Livingstone y Lady Melanie.

Aquella mañana, al sonar el teléfono, Livingstone descolgó despacio el auricular y al otro lado del aparato logró escuchar una delicada voz femenina que en lugar de preguntar por su temible esposa, que hubiera sido lo propio, requirió en un tono más bien bajo:

-¿Está el LEHENDAKARI?-.Livingstone titubeó un instante sin saber que responder ante lo que parecía ser una descarada broma de mal gusto. Al ver a su esposo tan confundido con el auricular todavía reposando en el hombro intentando pensar, Lady Melanie, enarcando de pronto ambas cejas, se apresuró inmediatamente a interrogarle en silencio con la mirada.Él se limitó a decir:

-Preguntan por el LEHENDAKARI-.Con un gesto impaciente, Lady Melanie le arrebató a su marido el auricular de la mano y llevándoselo violentamente a la oreja amenazó:

-¿A que LEHENDAKARI se refiere usted?.

-A PATXI, -respondieron desde el otro lado.

-Desgraciadamente, PATXI no es aún LENDAKARI pero mi esposo y yo albergamos fundadas esperanzas en que algún día lo sea, -sentenció Lady Melanie con marcado acento británico-.

-Es igual, póngame de todas maneras, por favor, -insistió pacientemente la voz-.

-Señorita, eso es imposible. PATXI no puede hablar. No sabe, -respondió ahora con ternura Lady Melanie-. Si supiera, -prosiguió Lady Melanie- mi esposo lo tendría entonces todo mucho más facil, ¿no lo comprende?.

-No, no entiendo, -se impacientaba la delicada voz desde el otro lado.

-¡Oiga,señorita, dejemoslo estar!, -se apresuró a concluir Lady Melany ante el desconcierto de la otra- telefonée usted de nuevo dentro de un año que es el tiempo estimado que consideramos en que PATXI terminará hablando correctamente, -concluyó.

-Perdone, perdone, una última pregunta, por favor. -imploró la delicada voz del otro lado-.
-¿Acaso no se trata del domicilio del señor PATXI LÓPEZ?, -preguntó esperanzada esta vez la voz.

-No, señorita. Se trata de la muy honorable casa de Lady Melanie Pérez y de mi inútil pero querido esposo Sir Linvingstone López, -aseveró de corrido la temible esposa del ilustre viajero-.

-PATXI no es otro que nuestra pequeña mascota a la que, por desgracia, le toca cargar con el insignificante apellido de mi incapacitado ilustre esposo, -dijo despachándose abiertamente y sin tomar siquiera aliento- por lo que no descarto -prosiguió- que ante los repetidos fracasos del incompetente de mi marido Sir Livingstone López, nuestra mascota, es decir, THE GREAT PATXI, consiga algún día la tan ansiada celebridad en el tan dificil ejercicio de sus funciones como LEHENDAKARI. Celebridad que, por otro lado, jámas pudo alcanzar el bueno e inepto de mi esposo en ninguna de sus múltiples empresas llevadas a cabo a lo largo de su azarosa y desdichada existencia.

Y, dicho esto, sin esperar respuesta, colgó bruscamente el auricular.

SOLO

SOLO no tiene solo bajo su cargo el cuidado de Dácil y el de sus padres, el matrimonio formado desde hace años entre Carmen y Zoilo, sino que además trata también de proteger a su íntimo amigo, menor que él, el Gran PATXI.
Fue encontrado abandonado cerca de la que sería la futura casa del matrimonio y adoptado por estos con todas las consecuencias.
Como pago a todas las atenciones que le regalan sus descubridores, se cuida de la casa, de la familia y de su amigo más pequeño, PATXI.

EL GRAN PATXI

Patxi es un bichón maltés que nos soporta desde hace unos tres años. Carmen y yo nos hemos convertido en sus incondicionales mascotas y, en ocasiones, suele presumir de nosotros entre sus numerosas amistades.
Nos aprecia mucho y cuida de ambos con mucho mimo y esmero.
No hemos podido encontrar a nadie mejor que él como interlocutor válido entre el resto de humanos y esta pareja.

domingo, 1 de marzo de 2009

PEPE RUBIANES-IN MEMORIAM- Mi maestro

EN MEMORIA DE PEPE RUBIANES.
DESCANSE EN PAZ

A lo largo de todo el último año y, a veces también, por necesidades del "guión" me he visto en la necesidad de adoptar, en aras de mi propia imaginación, distintas personalidades que le concedieran a la crónica de turno la suficiente veracidad que el lector esperaba de su argumento. Sobre todo, en aquellos relatos para los que la ficción necesitaba de un Livingston unas veces, de un psicópata otras o de un agente secreto en algunas ocasiones.


Sin embargo, entiendo que al "visitador" que acude a este Blog como entretenimiento le interesaría saber de verdad si el aspecto que hoy represento en la vida real se corresponde fielmente con el de algunos de estos personajes que ustedes hayan podido imaginar previamente.

A pesar de que no pretendo del todo mostrar una imágen demasiado fidedigna de mi auténtica personalidad, si que es cierto que la que presento en esta fotografía se aproxima bastante a la que a mí me hubiera gustado aparentar y a la que, también, ustedes hubieran tenido que imaginar.

En cualquier caso la excusa que tengo hoy para ello es la falta de argumentos con los que abrir una nueva crónica que despierte el razonable interés de cualquiera.

Bien es cierto que sin la réplica que en pasadas ediciones me proporcionaba mi gran amigo Antonio Dorta por boca de su personaje Sir Stanley, resulta mucho más dificil crear uno nuevo que tenga la credibilidad que tuvo en el pasado, por ejemplo, el de Sir Livingston.

viernes, 27 de febrero de 2009

RAFTING de "canarios" en el Noguera Pallaresa

FOTOS
De pie de izquierda a derecha: Lelo Camacho, Rafael Cobiella, Zoilo López, Carlos Defrosterus, Paco Perez.
Sentados de izquierda a derecha: Rafael Cobiella, Lelo Camacho, Paco Pérez, Jesús Baixas y Carlos Defrosterus.

Cierto día de mayo del año 1997 o quizás 1998, residiendo yo en Barcelona desde hacía ya muchos años, recibí una inesperada llamada telefónica desde Tenerife mediante la cual requerían mi voluntaria participación en una próxima aventura fluvial que casi me cuesta la vida.

La invitación provenía del grupo de amigos de siempre quienes aprovechando la festividad del día de Canarias se desplazarían por vía aérea hasta Barcelona para desde allí partir hacía tierras de Lérida (Terra ferma) con la sana intención de hacer RAFTING en aguas del rio Noguera Pallaresa que atraviesa el pueblo de Llavorsí desde donde partiriamos, vía fluvial, rio abajo, en un trayecto que duraría toda una jornada y que resultaba ser el más largo y arriesgado de todos los programados por el Club de Rafting.

Jesús Baixas desde Tarragona y yo desde Barcelona nos dirigimos el día señalado hasta el aeropuerto del Prat donde recibiríamos al resto de la expedición, desplazados exprofeso desde Tenerife para la ocasión. De ese modo, Rafa Cobiella, Lelo Camacho, Carlos Defrosterus y Paco Pérez se reunieron con Jesús Baixas y conmigo para, desde allí mismo, sin dilación alguna, partir en dirección hacia un pueblo próximo a Llavorsí llamado Sort, nuestro destino, donde previamente y desde Tenerife habían reservado un confortable apartamento para los cinco componentes de tan arriesgada aventura y para aquel fin de semana concreto.

Ninguno de nosotros tenía la suficiente experiencia en aquel tipo de deporte de riesgo máxime cuando en Canarias, precisamente, no discurre ningún rio y en consecuencia carecemos de cualquier tipo de doctrina que nos ligue a descensos rápidos por ellos. Además, por si ello fuera poco, habíamos elegido uno de gran tradición en la especialidad de descenso fluvial y que, desafortunadamente para nosotros, en aquella época del año, debido al deshielo que se estaba produciendo ya en las altas cumbres del Pirineo, el caudal del Noguera Pallaresa resultaba considerablemente mucho más que respetable. Sin embargo, una vez llegados, ALEA IACTA EST (la suerta está echada), me dije a mi mismo tal y como sentenciara muchos siglos antes Julio Cesar, precisamente, ante la dificultad de cruzar con sus tropas el rio Rubicón.

Esa misma noche nos aproximamos al rio para verlo de cerca. Recuerdo que el bramido de su caudal a su paso por Sort me impresionó tanto que supe desde el primer momento que nos tendríamos que enfrentar con algo realmente serio.


En fín, a la mañana siguiente, nos presentamos en la ribera del rio embutidos en nuestro traje de neopreno y con el chaleco salvavidas y el casco puestos y tras una breve charla sobre navegación fluvial y algunos consejos útiles por parte de los técnicos para el supuesto caso de naufragio, nos dispusimos a subir a la enorme embarcación (tipo zodiac) cuya tripulación estaba compuesta por el timonel, un experimentado monitor de la propia escuela, y nosotros cinco, los remeros: Rafael Cobiella, Lelo Camacho, Paco Pérez, Jesús Baixas, Carlos Defrosterus y yo.

Nadie que no haya tenido experiencia en este tipo de deportes de riesgo puede llegar a imaginarse lo rápido que suelen precipitarse las aguas de un rio en esa época del año. De eso y de lo experto que se ha de ser para no naufragar lo sabemos justo ahora, después de la amarga experiencia sufrida.

Durante el recorrido, intentábamos seguir los consejos que nos gritaba el monitor desde el timón de la embarcación sin conseguir el resultado esperado de remar todos a la vez con lo que la mayor parte del tiempo la embarcación se desplazaba prácticamente sin gobierno y a riesgo de zozobrar o de estrellarnos contra las puntiagudas rocas que emergían amenazadoramente sobre la superficie del agua.

Llegados a un meandro del rio, donde las aguas bajaban algo más calmadas, las bromas cruzadas entre nosotros y el timonel no fueron muy del agrado de este quién haciendo un extraño con el timón como respuesta, consiguiera que la embarcación escorara lo suficiente por estribor como para que yo, que no me había apercibido de la malintecionada maniobra, cayera por por la borda al agua con tan mala fortuna que, pese a que todos extendieron rápidamente los remos para que consiguiera asirme a alguno de ellos, la corriente era tan fuerte en ese tramo que ya me había alejado lo suficiente como para desistir del empeño.

Ahora estábamos el rio y yo solos. Rápidamente me coloqué de espaldas con los pies por delante descendiendo a una velocidad de vértigo mientras mis compañeros y el monitor solo podían constatar como, a cada segundo que pasaba, me alejaba cada vez más de la embarcación hasta convertirme en un punto casi invisible unas millas más abajo entre la espuma que las aguas provocaban en los rompientes que yo iba sorteando con los pies.

En los primeros momentos, otra embarcación pasó por mi lado a gran velocidad pero sus tripulantes poco pudieron hacer por rescatarme de las aguas. De modo que salvarme no solo dependía exclusivamente de mí, sino de mi escasa experiencia, de mi formidable condición física todavía y, sobre todo, de mi innata intuición para prevenir el peligro.

El tiempo que permanecí en el lecho del rio me pareció una eternidad.

Pese a algo tan poco recomendable como aproximarte a la ribera de un caudoloso rio so pena de ser engullido por los remolinos que siempre se producen junto a las paredes rocosas, yo tomé el riesgo, sin embargo, de optar por esta última solución como consecuencia del enorme cansancio que ya comenzaba a padecer, con la consiguiente merma de facultades por mi parte. Un último esfuerzo a nado vigoroso hasta la base de la pared, eludiendo como pude los temibles remolinos, fue milagrosamente suficiente como para poder asirme con garantias y todas mis escasas fuerzas restantes a los no pocos salientes que la pared rocosa me proporcionaba para, escalándola con la máxima rápidez que pude, alcanzar, al fín, la repisa de hierba fresca que se extendía unos metros más arriba, por encima de mi cabeza aún protegida por el casco. Allí quedé tumbado, las uñas de las manos rotas y exhausto por tanto esfuerzo generado hasta que me recogieron los servicios de rescate de la propia empresa para trasladarme, acto seguido, en una furgoneta, procurándome siempre consuelo y tranquilidad, hasta la base de operaciones de la propia escuela donde posteriormente se reunirían conmigo mis queridos amigos de toda la vida que, por desgracia, casi pierdo.

EPÍLOGO

A pesar de haber comprado varios décimos en la popular adminastración de loterias LA BRUJA de Sort tampoco esta vez nos acompañaría la suerte. Sin embargo, con el propósito de celebrar mi accidentado regreso a la vida disfrutamos en un conocido Restaurante de la localidad de una de las mejores cenas habidas en nuestras múltiples reuniones gastronómicas. El menú, especialidad de la casa, estuvo compuesto de un excelente guiso de carne de jabalí regado con unos vinos tintos de la zona de exquisito "bouquet". ¡¡Aquello si que hubiera podido resucitar a un muerto!!


jueves, 26 de febrero de 2009

MAS CORNADAS DA EL HAMBRE

Coincido plenamente con mi sobrino Iván en relación a la reacción que le produjo la sorprendente noticia publicada en TV sobre las multas a pagar por los "infractores" que rebuscan en los contenedores de basura algo que llevarse a la boca con el subsiguiente riesgo, no para ellos, sino, según las autoridades, para la higiene social en general por el insano deterioro que los hambrientos, con su irresponsable actitud, originan en el medio ambiente que, a la vista del resto de ciudadanos, al parecer, resulta muy pernicioso para la salud pública. ¡Como si la hambruna no fuera perniciosa en sí misma!.

Vergüenza nos tendría que dar de que, además, los necesitados se vean sordidamente sorprendidos por tamaña desconsideración ética.


¿Es posible que en lugar de remediar el hambre se penalice las ganas de comer, sobre todo, después de que el dimitido ministro de Justicia se pavoneara junto a Garzón de haber dado muerte por placer a tanto animal inocente?.

Los propios animales no se matan entre sí por placer. Solo lo hacen por hambre; y si el hambre resulta hoy día tan acuciante para la supervivencia del hombre y su familia no sería nada de extrañar que termináramos matándonos entre nosotros por un plato de lentejas. Y dicho sea de paso, no nos faltan precedentes; .......y si no, que se lo pregunten a Jacob.

AMIGOS PARA SIEMPRE

Estoy completamente convencido de que por alguna extraña razón he creido siempre encontrarme en deuda con estos entrañables amigos que compartieron conmigo en el pasado buena parte de aquellos largos años de juventud. Su amistad nunca tuvo precio y, precisamente por ello, no se me ocurre ninguna otra manera de saldar la gran deuda sentimental que aún les debo.
Creo que prefieren permanecer en el más estricto anonimato pero sus fisonomias entonces eran, más o menos, como las que reflejan estas lejanas fotos en blanco y negro. Con ellas quiero rendirles mi más sincero homenaje por todas las molestias que mi posible aunque involuntaria indiscreción haya podido ocasionarles. Espero que no me guarden ningún rencor.

martes, 24 de febrero de 2009

MEMORIA SENTIMENTAL GRÁFICA

Ilustración de Zoilo López (acuarela)
A medida que los negativos para escanear iban siendo cada día más escasos, sentía que mi inmediato pasado se iba volviendo tan estrecho como tan reducido el trozo de futuro que aún me falta por vivir. Hoy ya no me quedan negativos que escanear y, por tanto, vuelvo a ser la persona en la que decidí convertirme hace cuarenta años. Sin lastres convencionales ni patrioteros. Sin pasado amargo, diría yo; solo con un trozo de dulce futuro por delante todavía. La fotografía te enseña algo en lo que uno tarda mucho tiempo en asimilar y es que, por muy rápido que accionemos el disparador de nuestra cámara, estaremos siempre asistiendo e impresionando, exclusivamente, nuestro más inmediato pasado. Por una razón similar, jamás podremos acceder al futuro próximo, adelantarnos a él; mal que nos pese, siempre estaremos condenados a permanecer confinados en el presente de indicativo del verbo ser.

Afortunadamente, el haber regresado a ese pasado tan lejano a través de tanto documento gráfico recuperado de mi mal llamada MEMORIA SENTIMENTAL GRÁFICA, me ha situado en un espacio por el que, al no corresponderse con el tiempo presente, me ha resultado por ello naturalmente idílico transitar. Por contra, tal descubrimiento me ha procurado tambien algunos pequeños sinsabores y no menos amargas desilusiones. Se ha vuelto a empañar aquella sublime imágen -que el tiempo no solo guardaba impresa en el celuloide sino además en mi ya maltrecha memoria- de los verdaderos amigos que en el pasado creí tener de por vida, sustituidos ahora y en beneficio, sin embargo y por suerte, de algunos otros nuevos, hechos durante el presente y a quienes aún hoy, desgraciadamente, no tengo el gusto de conocer personalmente. Además de aquellos cuyos endebles lazos de amistad mantenidos otrora, se han visto de nuevo firmemente reforzados por un mismo y determinado mutuo interés en mi fracasada iniciativa documental. Estos últimos fueron, precisamente, los únicos en confiar en mi trabajo, en valorar un testimonio enriquecido con aportación gráfica incluida y en depositar su desinteresada confianza en beneficio de tanta documentación sociológica puesta a disposición de cualquiera que la necesitase. Los otros, los de toda la vida, solo merodearon en torno a las posibles terribles consecuencias que pudieron haberles acarreado la publicación tardía de tan pueriles imágenes no fuera que algunas de ellas afectaran negativamente a la laboriosa consolidación llevada a cabo durante estos últimos años de su estable estatus personal, social y profesional malogrando así una reputación conseguida a lo largo de tanto tiempo quién sabe si a base de tanta disciplina y de tanto honesto trabajo como del que públicamente presumen ahora o bien, presuntamente, gracias a muy distintas, misteriosas y desconocidas prebendas concedidas en su día bajo mano. Nunca fue ni será mi intención ponerles en ridículo. El ridículo, si es que se hace, se consigue siempre a falta de la seguridad necesaria en uno mismo.
Mis más sinceras gracias, sobre todo, a Antonio Dorta por su coraje y sentido del humor, a Bruno Juan por su confianza y tolerancia y a José Martín por su optimismo y profesionalidad.
Seguiremos viéndonos.

sábado, 21 de febrero de 2009

CLASE TURISTA

A cada generación de isleños y en particular de portuenses le tocó en suerte convivir con un determinado tipo de turistas. A la mía le correspondió también el suyo. Uno en concreto y cuyo estilo personal estuvo marcado, sobre todo, por la democratización del disfrute vacacional de la clase trabajadora en la Europa de entonces. Viajar ya no se trataba de un privilegio reservado solo a los más ricos. La clase obrera europea, aparte de tener derecho a una Seguridad Social obligatoria, se le garantizaba, además, unas semanas de vacaciones pagadas al año a cargo de la propia empresa.

Si a todo ello le sumamos la oportuna proliferación de los llamados vuelos "charter" obtendremos una de las claves del enorme pesimismo que embargaba a los empresarios canarios del sector aquellos años.

Cualquier divisa europea era entonces, por lo general, mucho más fuerte que la nuestra, lo que beneficiaba al poder adquisitivo de todos aquellos europeos que, afortunadamente para ellos, elegían nuestras islas como lugar preferido de ocio.

El sector de la hostelería pretendió siempre procurarse un turismo de élite pero todos nosotros sabíamos que eso no resultaba nada fácil. Más bien al contrario: practicamente imposible.

Al turismo de élite no le bastaba con asegurarse unas determinadas horas de sol al año. El sol se lo dejaban a los menos ricos. El turismo que pretendía la industria requería de otras alternativas donde conseguir lucir su poderío económico: casinos, cabarets, casas de subastas, clubs naúticos donde amarrar sus yates, etc., etc. El Atlántico no es como el Mediterráneo donde desde la bahía de Cádiz hasta el Adriático se disponía de una infraestructura consolidada que facilitaba la navegación de embarcaciones de recreo haciendo escala en cada puerto y en consecuencia en cada casino, en cada hipódromo, en cada restaurante, etc., etc.

Hubo un tiempo en que los pocos que pudimos viajar a Europa entonces nos jactábamos de haberlo hecho con una escasez de medios dignas del mejor de los aventureros, sin embargo, una vez de regreso, no tolerábamos, en absoluto, la presencia de ningún turista europeo en las mismas condiciones de viaje en que lo habíamos hecho nosotros. Poca tolerancia, creo yo. Y, lamentablemente, así nos ha ido.

NOTA:

Hoy, que he vuelto a verles, me parecen más entrañables que nunca. Con una extraña manera de identificarse ellos mismos con su papel, con el de turistas absolutos, haciendo honor a todo lo que significa serlo de verdad. Los que muestro en la foto que ilustra esta crónica son una representación auténtica del TURISTA con mayúscula. Los otros: los del yate, los del casino, los del cabaret, los del hipódromo, esos, eran otra cosa.

viernes, 20 de febrero de 2009

EL HOMBRE DE LA CATANA y el jubilado (terrible cuentecito corto)

Merced a permanecer con sus párpados cerrados, el espejo del cuarto de baño se le antojaba esa mañana tan opaco como su propio futuro inmediato mientras, energicamente, se cepillaba los dientes frente a él. Su mano izquierda sostenía un vaso lleno de Oraldine y de su boca se desparramaba una baba blanquecina que ya le cubría la totalidad del mentón. La manía de no cepillarse la dentura con los ojos bien abiertos le impidió por un instante darse cuenta del brusco ensombrecimiento que habia provocado de improviso, en el diminuto espacio del lavabo, la enorme figura recortada ante el quicio de la puerta del terrible HOMBRE DE LA CATANA quién, con su elevada estatura, impedia el paso de la escasa luz natural de la vivienda en aquel momento. Cuando decidió al fín abrir los ojos, vertiendo aún más espuma blanca por la boca, lo único en lograr distinguir, como un fugaz relámpago, fue el fulgor plateado del frío acero atravesando velozmente la penumbra y descendiendo vertiginosamente en dirección a su cabeza. Solo dispuso del tiempo justo de arrojar al rostro del intruso el Oraldine mientras, con el vaso ya vacio, lograba escabullirse milagrosamente por debajo de la axila de su agresor justo en el momento en que este descargaba, inmisericorde, el violento golpe mortal que pese a no encontrar su objetivo, terminaría incrustándo, como cuchillo caliente en taco de mantequilla, todo el ancho de la bien templada hoja de su catana en la jamba de la puerta del lavabo. Mientras el asesino se esforzaba por recuperar en vano el arma homicida fuertemente aprisionada en la madera, Livingston dispuso a su favor del tiempo aún suficiente de poder llegar hasta la puerta de su piso y salir precipitadamente al rellano donde desembocó jadeante, eructando todavía más espuma por la boca, el vaso vacio en su mano izquierda y, en la derecha, el diminuto cepillo de dientes con el que en última instancia hubiera intentado defenderse, si se hubiera dado el caso, del violento ataque oriental.

-¿Otra vez con alucinaciones, Livingston? -le preguntó el vecino de enfrente al verle salir hasta el desierto rellano en pijama y todavía sudando-.

Livingston preparaba la respuesta y Vicente, también jubilado como él, continuaba impasible y a la espera, armado con una simple escobilla de mango corto, afanándose en limpiar el polvo acumulado sobre la superficie del barato felpudo ante la puerta de su vivienda.

-¡¡Era otra vez el de la catana, Vicente!!; ¡¡venía de nuevo a por mí!!, -sentenció amistoso Livingston.

-Desde que te has jubilado no paras de ver asesinos por todas partes, Livingston. Anda, entra de nuevo en tu casa y cálmate, por favor, -le aconsejó paternalmente Vicente, intimidándole con la escobilla antes de darle con la puerta en las narices.

Livingston entró de nuevo en casa . Desandó el pasillo en sentido contrario y se introdujo a hurtadillas en la penumbra del cuarto de baño. Abandonó el vaso en la repisa y se guardó el diminuto cepillo en el bolsillo superior del pijama, por si acaso. Con los ojos bien abiertos esta vez y frente al espejo de nuevo, creyó, con gran sorpresa por su parte, reconocer en su propia persona, tristemente reflejada en la bruñida superficie, al temible HOMBRE DE LA CATANA. Se retiró de allí asustado y en silencio, retrocediendo muy despacio, caminando siempre hacia atrás y atravesando abrumado la puerta de espaldas. Al pasar bajo el umbral, desconcertado aún, no acertaba a comprender cómo, cuando y de que manera se había podido producir aquella enorme y limpia hendidura en la jamba de madera de la puerta del lavabo que, casualmente, había advertido ahora, en este preciso instante, justamente al salir.