RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

lunes, 21 de septiembre de 2015

"GAFAS DEBER"

El lunes de la pasada semana eché en falta mis imprescindibles gafas de vista. A pesar de haber registrado toda mi casa y el interior del coche sin ningún éxito, corrí la voz entre mis vecinos más próximos por si las hubieran encontrado en los alrededores comunes de la urbanización dónde vivo. Mi vecino de enfrente, Miguel, creyo haber visto un cartelito a la entrada de la Urbanización, junto a los buzones, que advertía del hallazgo de unas gafas.
En ocasiones, aún prescindiendo de las ya conocidas redes sociales, existen otros canales de comunicación sumamente interesantes. Un sofisticado entramado de noticias, escritos de puño y letra y estratégicamente colocados que advierten sobre ventas de apartamentos, vehículos de segunda mano, localización de vias de agua para pozos, venta de leña a domicilio, poda de árboles, etc., etc. repartidos por los sectores más inesperados de mi entorno, como puedan ser el Bar de la Zona deportiva, los contenedores de basuras, los buzones de correos,. etc.
A pesar de que cumplen una función enormemente práctica se nota que, al contrario de lo que ocurre  en las redes sociales, estas vías de comunicación carecen por completo de correctores del leguaje y por lo tanto debemos asumir el riesgo de malinterpretarlas tal y como me sucedió a mí al leer la nota en relación a  mis gafas pero no por ello dejaré de agradecer siempre la molestia tomada por unos desconocidos que yo creí extranjeros por su sintáxis y ortografía y sin embargo resultaron ser un aguerrido caballero exlegionario y su amable y simpática esposa.

MURPHY Y SUS INHUMANAS LEYES

Tratar de engañar a MURPHY aún manipulando sus propias leyes resulta del todo imposible. Prueba de ello es lo sucedido a un buen amigo mío cuyo nombre no menciono, precisamente, para preservarlo de las iras del propio MURPHY. Este amigo, licenciado en Historia del Arte, trabaja en solitario en un pequeño Museo Diocesano a dónde, según él, nadie acude, excepto cuando trata de advertir al visitante de su momentánea ausencia por visita al W.C. por medio de un cartelito pegado en el cristal de la puerta que justificaría así su no presencia. En ese mismo instante, inesperadamente, siempre suele presentarse alguien con lo que, mi amigo, mientras dure su recorrido por el lugar, tratará de contener sus extremas necesidades fisiológicas. Él atribuye este desafortunado contratiempo a la famosa Ley de MURPHY sobre el particular.

Como quiera que lo que desearía mi amigo es recibir al mayor número de visitantes posibles en su diminuto Museo, tomó la ocurrente decisión de dejar pegado para siempre el socorrido mensaje sobre el cristal de la puerta, intentando así creer burlar a MURPHY y aprovecharse de paso de su propia Ley mientras el local rebosaría siempre de numeroso público.

Pero nada de eso ocurrió porque a MURPHY es imposible engañarle. Sin embargo yo le propuse una segunda alternativa que si bien no garantizaba en absoluto la presencia de público que él hubiera deseado en el Museo si que no tendría problemas en satisfacer felizmente sus perentorias necesidades fisiológicas en el futuro. La opción en cuestión consistiría en acudir al W.C. siempre que lo necesitara sin mecesidad de colocar cartel alguno que lo justificara.