Monaguillos en la Romería de la Orotava
Ni siquiera Su Santidad y menos aún el Sr. Rouco Varela serán capaces de convencerme hoy de que la familia tradicional, tal y como siempre la ha concebido (más que entendido) la iglesia católica, no esté desde hace tiempo en crísis, sin embargo, la generosidad, que tampoco es patrimonio de esa iglesia y, en absoluto, se necesita pertenecer a ella para llevarla a cabo, debería prevalecer entre nosotros por encima de algunas otras consideraciones religiosas. Mal que nos pese, -y hablo por mi mismo,- no podremos imaginar jamás la soledad, el abandono, la desdicha, etc., que habrán tenido que soportar nuestros progenitores comparados con las mias para que yo, desde esta atalaya de privilegio alcanzada a base de mejores oportunidades y trabajo en la que ahora me encuentro, me obligue a mi mismo a criticar y repudiar sus ya pasadas actitudes que, si fueron o no malogradamente equivocadas, no debería ser yo quién para juzgarlas fuera del cotexto que por ende les corresponde; en todo caso, analizarlas. Ese análisis es el que me ha ayudado y el que ha contribuido hoy a generar en mí la suficiente generosidad que no logré aplicar en el pasado como para no concerderles el descanso y el perdón que se merecen mis padres en el presente.
Ni siquiera Su Santidad y menos aún el Sr. Rouco Varela serán capaces de convencerme hoy de que la familia tradicional, tal y como siempre la ha concebido (más que entendido) la iglesia católica, no esté desde hace tiempo en crísis, sin embargo, la generosidad, que tampoco es patrimonio de esa iglesia y, en absoluto, se necesita pertenecer a ella para llevarla a cabo, debería prevalecer entre nosotros por encima de algunas otras consideraciones religiosas. Mal que nos pese, -y hablo por mi mismo,- no podremos imaginar jamás la soledad, el abandono, la desdicha, etc., que habrán tenido que soportar nuestros progenitores comparados con las mias para que yo, desde esta atalaya de privilegio alcanzada a base de mejores oportunidades y trabajo en la que ahora me encuentro, me obligue a mi mismo a criticar y repudiar sus ya pasadas actitudes que, si fueron o no malogradamente equivocadas, no debería ser yo quién para juzgarlas fuera del cotexto que por ende les corresponde; en todo caso, analizarlas. Ese análisis es el que me ha ayudado y el que ha contribuido hoy a generar en mí la suficiente generosidad que no logré aplicar en el pasado como para no concerderles el descanso y el perdón que se merecen mis padres en el presente.
TEXTO REVISADO Y CORREGIDO DEL ORIGINAL
A MI ENTRAÑABLE SOBRINO
A MI ENTRAÑABLE SOBRINO
Si tan poco te importa, como según parece, la opinión de las sagradas escrituras respecto de quienes son las personas que han de integrar el modelo del núcleo familiar cristiano no entiendo entonces la necesidad de tanta justificación. Lo que sí es cierto es que, como mínimo y a pesar de todo, yo sí que le dispensaría el mismo trato al padre que lo necesita que al perro que convive confortablemente bajo mi mismo techo y come de mi mismo plato, mientras mi progenitor, entretanto, ha de cobijarse bajo las estrellas y ser unicamente auxiliado por los Servicios Sociales de un pobre Ayuntamiento.
Aprende, pues, de tus amigos homosexuales que, según tú, y en contra de la opinión de la "santa madre iglesia", comienzan a educar a su hijo adoptivo en valores humanos y de solidaridad.
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