PAPRIKA. Esta es de las pocas fotos que conservo. Con la guitarra siempre en la mano resultaba muy dificil utilizar la cámara.
A petición de mi buen amigo Abreu, me gustaría ser breve respecto a lo que muy amablemente me solicita para conocimiento de muchos jóvenes interesados.
En los bajos de lo que hoy se conoce como EL PESCADOR Bar-Restaurante, sito en la calle Puerto Viejo nº. 8, esquina con Pérez Zamora del Puerto de la Cruz, se ubicó en otro tiempo un mítico local, Bar Restaurante también, cuya particularidad consistía en ofrecer, aparte de un sencillo pero exquisito menú, música en directo.
Nosotros, es decir, PEPE OZORES SOUTO y yo, decidimos arrendar el local conservando el mismo nombre con el que lo bautizaran sus anteriores propietarios: Jesús Baixas, dueño de la finca, y Lelo Camacho.
Del mismo modo, Baixas y Lelo lo habían explotado durante cierto tiempo como restaurante o "bistró" con una especialidad muy concreta y deliciosa: SOLOMILLOS.
En los bajos de lo que hoy se conoce como EL PESCADOR Bar-Restaurante, sito en la calle Puerto Viejo nº. 8, esquina con Pérez Zamora del Puerto de la Cruz, se ubicó en otro tiempo un mítico local, Bar Restaurante también, cuya particularidad consistía en ofrecer, aparte de un sencillo pero exquisito menú, música en directo.
Nosotros, es decir, PEPE OZORES SOUTO y yo, decidimos arrendar el local conservando el mismo nombre con el que lo bautizaran sus anteriores propietarios: Jesús Baixas, dueño de la finca, y Lelo Camacho.
Del mismo modo, Baixas y Lelo lo habían explotado durante cierto tiempo como restaurante o "bistró" con una especialidad muy concreta y deliciosa: SOLOMILLOS.
Al hacernos cargo del local, OZORES SOUTO ("El Brochas") y yo introdujimos algunas pequeñas reformas en su estructura primitiva pero continuamos conservando la especialidad no solo en SOLOMILLOS sino que, además, añadimos a la escueta carta del restaurante nuestro sabroso CHILI CON CARNE y los deliciosos ESPAGUETTIS BOLOÑESA que tan populares nos hicieran.
Mi experiencia acumulada trás largos años inmerso exclusivamente en la interpretación musical la dediqué durante todo aquel tiempo al servicio incondicional de las especiales caracterísitcas que de por sí ya conservaba el diminuto local, cuidadosamente decorado con parte de la obra pictórica del también gran artista que todavía es OZORES SOUTO. Cada noche, yo cantaba en solitario pero ello no impedía que en más de una ocasión fuera debidamente auxiliado y acompañado, de forma totalmente espontánea, por cualquiera de los muchos músicos congregados como clientes en el local y perfectamente conocedores del largo y riguroso repertorio que yo desgranaba a diario ante los micrófonos del recinto.
En fín, ya disponíamos de una carta, de la decoración, del personal y de la música.
Por aquel entonces la música en Canarias había alcanzado tal especial relevancia e identificación con los cantautores sudamericanos y destilaban tanta garra, tanta denuncia y compromiso que los numerosos jóvenes de izquierdas se las apropiaban para sí como arma persuasoria en un intento de crítica abierta contra las arbitrariedades del moribundo régimen franquista aún imperante.
Esta era, precisamente, parte de la música que se podía escuchar entonces en el PAPRIKA y dentro de la que yo me movía con total comodidad.
Anteriores al americano Bob Dylan, por poner un ejemplo razonable, las letras y músicas de los compositores suramericanos, -empezando por Atauhalpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Chabuca Granda, Cafrune, Victor Jara, Quilapayún y tantos y tantos otros (más tarde vendrían LA NOVA TROBA CUBANA, etc..), eran versionadas por todos y cada uno de nosotros, los músicos, y puestas luego a disposición de un público mayoritariamente joven, muy determinado y, a la vez, debidamente politizado.
Sin embargo, en Cataluña, ya apostaban por una música propia, LA NOVA CANÇÓ; fenómeno que aquí no se produjo hasta la aparición de las primeras tímidas letras de denuncia en la música compuesta por LOS SABANDEÑOS.
Por aquel entonces la música en Canarias había alcanzado tal especial relevancia e identificación con los cantautores sudamericanos y destilaban tanta garra, tanta denuncia y compromiso que los numerosos jóvenes de izquierdas se las apropiaban para sí como arma persuasoria en un intento de crítica abierta contra las arbitrariedades del moribundo régimen franquista aún imperante.
Esta era, precisamente, parte de la música que se podía escuchar entonces en el PAPRIKA y dentro de la que yo me movía con total comodidad.
Anteriores al americano Bob Dylan, por poner un ejemplo razonable, las letras y músicas de los compositores suramericanos, -empezando por Atauhalpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Chabuca Granda, Cafrune, Victor Jara, Quilapayún y tantos y tantos otros (más tarde vendrían LA NOVA TROBA CUBANA, etc..), eran versionadas por todos y cada uno de nosotros, los músicos, y puestas luego a disposición de un público mayoritariamente joven, muy determinado y, a la vez, debidamente politizado.
Sin embargo, en Cataluña, ya apostaban por una música propia, LA NOVA CANÇÓ; fenómeno que aquí no se produjo hasta la aparición de las primeras tímidas letras de denuncia en la música compuesta por LOS SABANDEÑOS.
Pero lo verdaderamente interesante del PAPRIKA , aparte de su música y la escueta oferta gastronómica, lo constituía, en realidad, las profundas relaciones humanas habidas dentro de su ámbito tan reducido y entre un público tan heterogéneo como el que allí se daba cita cada noche entre las siete de la tarde y las dos de la madrugada.
A él acudian, entre otros, gente como JULITO, Mario el ruso, Luis Santacreu y Margarita, Lolo, Nino, Jose, Tomás y Zamora; músicos comoTaburiente Folk, Caco Senante, Elfidio Alonso, Miguel el Oreja, Quique "El Peta", Boby Galán, El Pato; artistas como Cesar Manrique, etc., etc., además de un nutrido grupo de personajes relacionados directa o indirectamente con la boyante industria del turismo en Canarias: guias masculinos y femeninos, recepcionistas, directores , etc., así como empresarios estrechamente vinculados al mundo de la moda, o como jóvenes políticos en ciernes entonces a los que hoy podemos ver desempeñando eficazmente algún que otro cargo de cierta responsabilidad en la Administración Pública del Estado. Amén, naturalmente, de todos aquellos muchos otros turistas que, al fín, lograban encontrar plaza disponible en un ambiente tan disparatado como aquel pero, a la vez, tan resueltamente exento de castañuelas, sangría y pandereta.
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