Un amigo
Tuve
un amigo en mi adolescencia que me ayudó a conservar la risa en un
tiempo que era muy poco propicio a la risa. Tenía un gran sentido del
humor, mostraba siempre una enorme disponibilidad de tiempo, era capaz
de conversar de cualquier cosa con tal de tener a los demás
entretenidos. La vida luego nos llevó por circuitos distintos, y de vez
en cuando recibía noticias suyas a través de gente de mi pueblo o de
alguno de sus parientes. Se llama José López Bonilla, y murió ayer,
después de una enfermedad muy grave, de enorme sufrimiento. Era hermano
de Zoilo López Bonilla, artista plástico, fotógrafo que almacena en su
memoria algunas de las mejores instantáneas del Puerto de la Cruz de
nuestra generación. Pepe era su hermano menor. Vinieron al Puerto
cuando yo era un chiquillo, y conocí pronto a Pepe. Él trabajaba en la
recepción de un hotel, cerca de mi colegio, y por las tardes, cuando yo
no iba a clase, que era con mucha frecuencia, charlábamos por teléfono
de todo lo que sucedía en el pueblo. Su sentido del humor se parecía a
ese humor caribeño que luego descubrí en Tres tristes tigres; era
chispeante y feliz, rapidísimo, contaba las cosas con la alegría de
quien se las encuentra frescas en su ingenio; su generosidad conmigo
fue grande. Se quitaba tiempo del tiempo que tenía para contarme
historias de su invención con las que me mantenía alerta acerca de lo
que sucedía en la vida que estaba más allá de mi cama y de mi casa. Mi
hermano, que era muy diestro en el manejo de los aparatos eléctricos o
electrónicos, cambio de sitio el teléfono de baquelita de mi casa, lo
quitó de la entrada y lo colocó en la cabecera de mi cama, para que en
días de convalescencia, que eran muchos, pudiera hablar con dos amigos,
Pepe y Rafa; Rafa era --y es, afortunadamente-- Rafa Cobiella,
compañero de clase. Rafa me contaba qué pasaba en el colegio y Pepe me
contaba qué pasaba en la vida. Ese mismo teléfono me sirvió luego para
comunicar con el periódico Aire Libre, que es donde empecé a publicar
mis crónicas, como corresponsal futbolístico en la zona norte de la
isla. Hasta mi casa llegó después Salvador Pérez, que se firmaba
Paladín, y era el que se llevaba esas crónicas directamente a la
redacción de aquel semanario. Pero mi manía telefónica, que muchos
amigos me reprochan, nació precisamente para hablar con Pepe y Rafa.
Pepe ya no está, y eso me produce una congoja, una herida, de la que he
querido escribir hoy en medio de un día nublado, extenuante, en la
ciudad postiza. Pepe López Bonilla, un ingenio inagotable cuyos días
acabaron pero cuya memoria me llena de gratitud y de buen recuerdo.
Una vez más, gracias Juan.
ResponderEliminar...ya sabes cuanto me arrepiento de mi maldito caracter.
Un abrazo. Zoilo
Zoilo, sentimos mucho el fallecimiento de tu hermano, un abrazo y besos.
ResponderEliminarelena y rafa
Zoilo, siento enormemente el fallecimiento de tu hermano. Mi más sentido pésame , amigo mío.
ResponderEliminarGracias a todos, a Elena y Rafa y a mi amigo Dorta.
ResponderEliminarUn abrazo. Zoilo