RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

martes, 20 de abril de 2010

PERCEPCIONES; ahora que me he quedado solo


Creo que aquel decorado de ensueño siempre, -y sin darnos cuenta hasta mucho más tarde-, le vino grande a mi familia. Aunque en un principio parecimos encajar perfectamente en él, tuvimos por contra el inconveniente de no  haber pertenecido nunca a aquel soberbio paisaje donde de continuo recibíamos suaves  aunque discretos empujoncitos para sacarnos de sus límites. Allí se movían a la perfección todos aquellos cuyas raíces permanecían desde su nacimiento vinculadas a su tierra y a su mar.
Un mar por el que mi hermano Pepe y yo sentíamos una gran debilidad y cuyas olas rompían con  energía contra aquel bastidor rocoso que sostenía el lienzo multicolor, multiétnico y casi multinacional que propiciaba la  industria de un turismo cada vez más emergente y que años más tarde  se iría deteriorando  de tal manera que hasta corríamos  el serio riesgo de que  en su desplome quedáramos sepultados para siempre bajo su pesado lienzo, afectando, de manera especial, a los foráneos y advenedizos como nosotros.
Cada uno defendía el sitio que  verdaderamente le correspondía y es justo reconocer que esa prioridad se la adjudicaran los allí nacidos y arraigados.
Mi hermano Pepe y yo proveníamos de un desarraigo social donde, desde niños, nuestro mayor entretenimiento consistía en asistir a presenciar, desde la desconchada acera, como se derretía el piche de la carretera general durante los intensos días de sol en pleno verano. Aquel suburbio inhóspito al que dividía en dos la cinta de alquitrán derretido no era otro que La Cuesta.

El nuevo decorado portuense no sólo se componía de un precioso paisaje físico que en absoluto alteraba nuestra tímida presencia en él sino que nuestros deseos, nuestras esperanzas y nuestro futuro también tenían cabida en un reducido espacio sentimental, invisible para el resto pero no para nosotros, los que llegamos de La Cuesta mientras el piche de su carretera general continuaba derritiéndose año tras año bajo el sol implacable de aquellos calurosos veranos ya pretéritos. De haber sido un espacio visible, esa reserva sentimental sobre el lienzo de aquel distinto y hermoso paisaje hubiera explicado muchas cosas sobre nosotros, sobre mi querido hermano Pepe y yo que muchos desconocian.

Una suerte maléfica parecia perseguir desde siempre a mi familia, cebándose, sobre todo, en nosotros, en mi hermano y en mí. En forma de oscuro moho enlutado, aquel incomprensible maleficio terminó  poco a poco por apoderarse del lienzo multicolor  que para nosotros significaba el Puerto, escudriñando, acechándonos desde cualquier esquina sin que Pepe y yo pudiéramos hacer nada por evitar la castración artística, intelectual, lúdica, deportiva, etc. a la que nos tenía sometidos. Y así, el bastidor que lo sostenía se fue deteriorando, se fue pudriendo bajo el peso de su funesta influencia, con peligro para nosotros , los que un día llegamos desde de La Cuesta con tan buenas intenciones de futuro.

Mucho antes de que aquel pesado telón de fondo terminara por caer  irremisiblemente sobre la  ya endeble figura de mi querido hermano  Pepe, sepultándolo para siempre,  yo ya me había descolgado de aquel rancio decorado que lentamente  se iba desdibujando en la medida que aquel moho enlutado  se apoderaba paulatinamente de él.

Junto a mi nueva familia, Carmen y Dácil, me refugié en uno nuevo, luminoso, abierto, con sus cuatro   estaciones y sus cuatro puntos cardinales de los que sólo me interesaban dos: al Norte Los Pireneos, al Sur el Mediterráneo.

Sin embargo y con permiso del excelente músico y compositor, también siempre podré cantar: .......y que le voy a hacer, Serrat, si yo no nací en el Mediterráneo?



3 comentarios:

  1. Querido Zoilo
    Yo, mejor que nadie sé a lo que te refieres cuando dices "ahora que me he quedado solo", pero quiero recordarte aunque no sea necesario,
    que tu "soledad" no tiene la dimension que a priori podría parecer, soledad respecto a tu hermano "si", respecto a algunos amigos del Puerto, los de verdad siguen estando y lo hemos comprobado juntos en nuestra reciente y triste visita a Tenerife. Por otra parte, tienes una mujer y una hija que te adoran y bastantes amigos de verdad tambien fuera de la isla. Ya sabemos que no existe la justicia, ni la divina ni la humana, por esa razon algunos disfrutan de una vida sin esfuerzos y otros por más que se esfuercen no consiguen "romper el muro". Un beso

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  2. Ahora que me he quedado sólo ... que sólo me he quedado.

    Dos frases en una y ¡qué gran diferencia las une y acompaña en su soledad !

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  3. MUY BONITO SOILO LO QUE HAS ESCRITO.LOS CONOSCO A USTEDES DE CUANDO ESTABAN EN CASA DE DOÑ CELIA MI MAMA ERA AMIGA DE TU MAMA,SIENTO MUCHO LA MUERTE DE TU HERMANO, UN FUERTE ABRAZO. MARI

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