RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

miércoles, 22 de diciembre de 2010

ESTUDIOS DE GÉNERO "clicar aqui" y ver video


                                                                 
PRÓLOGO
En la década de los años cuarenta, concretamente en el año 1947, y a través de las ondas de Radio Barcelona surge un espacio dirigido a un público femenino, de treinta minutos de duración, con el fin de dar respuestas a los problemas planteados por correspondencia a una supuesta experta, Doña Elena Francis quien,  -intentando dar soluciones a las dudas, consultas y confidencias planteadas-, contestaba a cientos de mujeres que sintonizaban cada día con el programa. Las cuestiones planteadas abarcaban desde los temas estrictamente domésticos hasta salud, belleza  además de problemas sentimentales e incluso psicológicos.
Dicho programa devino con el tiempo en un auténtico fenómeno sociológico; hasta tal punto que la revelación en el año 1982 de la inexistencia física del personaje causó una gran conmoción en una sociedad española aún ingenua ante los nuevos artificios de los medios de comunicación.
No cabe duda de que tal revelación, desde el prisma que nos concierne, ESTUDIOS DE GÉNERO, constituyó una gran paradoja por la que aquel programa, hoy día, no habría tenido la difusión que  en su momento tuvo.
No me quedaba otro remedio sino escuchar aquel consultorio del que mi madre era asidua, pues sólo disponíamos entonces de una habitación para cuatro personas y, por supuesto, de una única radio.
LA MASCARADA
Las clases en la Facultad sobre ESTUDIOS DE GÉNERO, me han transportado de nuevo a aquella época por cuanto entonces el concepto de MASCARADA ya permanecía latente en algunos de los consejos de Doña Elena Francis, sobre todo en los casos relacionados con encuentros sentimentales:
                “…..no te muestres tal y como eres, disfrázate de inocente e inofensiva, mi querida amiga, espera a estar segura de los      sentimientos que mueven a ese joven del que me hablas y entonces podrás decidir por ti misma. Juega tus cartas en tu favor y, de momento, oculta tu verdadero interés…….etc., etc.”
Por estas y otras razones que no vienen ahora al caso, es probable que yo llegara a la adolescencia con la creencia de que todas las chicas de mi edad, en el fondo,  sólo actuaban pero lo que entonces no imaginaba era que, en realidad, lo que ocurría  era que estaban desarrollando un sutil mecanismo de defensa frente a lo que ellas entendían, supongo, como machismo involuntario por mi parte.

Sin embargo, me gustaría formular ciertas dudas que entonces me planteaba en el terreno de la mera seducción, sobre todo en una edad en que la líbido había alcanzado ya una cota importante en mi subsconciente. Estas dudas surgían del hecho paradójico que se establecía como consecuencia de la supuesta mascarada mostrada en aquel momento por la chica que despertaba mi interés. Ello implicaba que su máscara tan bien urdida despertara en mí una viva curiosidad por una personalidad que, en el fondo, sólo consistía en una estrategia contra la ansiedad y las represalias que yo ignoraba pero que cuarenta años más tarde he logrado comprender gracias a los textos de la psicoanalista Joan Rivière. En consecuencia,  o me sentía  profundamente defraudado cuando sólo era la máscara la que respondía a mis expectativas o, por el contrario, sumamente feliz al comprobar que bajo tal máscara adoptada surgía algo emocionalmente mejor.
En el peor de los casos se establecía una dolorosa dicotomía entre lo que se era y lo que se aparentaba.
De manera que, en un sentido, la mascarada resultaba sumamente atractiva siempre que la imaginación de la chica supiera conjugar esas medias verdades que en ocasiones se desprenden de los flirteos entre actores que no se conocen de nada.
Por el contrario, como ya he dicho antes, la decepción era mayúscula al no encontrar bajo la máscara  el menor asomo de parecido con la ficción que se había planteado a priori.
Naturalmente, he de confesar que yo me sentía totalmente confundido al no poder distinguir entonces el fenómeno que se estaba operando en la personalidad de las jóvenes de mi entorno y, en consecuencia, de mí época, década de los años 60 del siglo pasado.
Parece ser que en la amenaza de la castración y la noción de envidia del pene hay que encontrar, precisamente, los argumentos que se postulan en relación a la definición de feminidad afín de establecer con exactitud la línea que distingue a ésta de la máscara. La conclusión, según Rivière, es que no existe tal distinción: feminidad y máscara son una misma cosa.
Pese a que feminidad y máscara son una misma cosa, la máscara no necesariamente es  intrínseca de la feminidad sino que se ha interiorizado a través de un guión vinculado a códigos normativos, sociales y ontológicamente endebles. Aún así, la máscara no sólo ha sido puesta en relación con la feminidad sino también con el género como sistema histórico que configura feminidades y masculinidades.
Por último me gustaría establecer, según el diccionario de Lengua Española de la Real Academia, la distinción entre femineidad y feminidad:
FEMINEIDAD:  Cualidad de femenino
FEMINIDAD: Cualidad de femenino y, además, estado anormal del varón en que aparecen uno o varios caracteres sexuales femeninos

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