Leo en el diario EL PAIS del
domingo 4 de Diciembre de 2016 que la guardia civil ha detenido a dos personas
por injuriar a Adrián, el niño con
cáncer que quiere ser torero.
Las redes sociales representan un arma de doble filo, sobre todo, para todos aquellos que pueden ser susceptibles de la opinión de terceros sobre su propia popularidad; máxime cuando ello implica que una gran mayoría pretende serlo a través de sus propias opiniones, comentarios, fotografías, videos, etc.etc.
Las redes sociales representan un arma de doble filo, sobre todo, para todos aquellos que pueden ser susceptibles de la opinión de terceros sobre su propia popularidad; máxime cuando ello implica que una gran mayoría pretende serlo a través de sus propias opiniones, comentarios, fotografías, videos, etc.etc.
Ello, sin embargo, no debe dar
lugar a desear la muerte de ninguno aun cuando éste sea víctima de la
inquietante contradicción en la que caen
unos padres como los suyos.
Desde luego, tal y como ha admitido
la denuncia, el Juzgado de Instrucción
número 10 de Valencia considera que los comentarios en las redes supone un delito “contra
la integridad moral” por el “trato humillante y vejatorio, lesivo a su
dignidad personal”.
A pesar de todo y esto es lo que
anima a considerar la noticia: si bien el cáncer que padece el niño puede
llevarle a una muerte segura no es menos cierto que su inquebrantable afición a
ser torero lleva también consigo un elevado riesgo de muerte violenta.
En este sentido nos gustaría
saber si los padres han advertido a Adrián del inmenso riesgo de muerte que
corre en el futuro enfrentándose a un toro bravo.
Casi siempre, el cáncer llega a
ser algo inevitable en la vida de una
persona pero la muerte frente a un toro sí que es del todo y absolutamente
evitable, renunciando a la gloria en favor de la vida.
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