RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

viernes, 30 de diciembre de 2016

ETERNA JUVENTUD

Desde siempre, el tema sobre la eterna juventud ha preocupado al hombre. La diferencia es que hoy esa juventud eternamente anhelada por muchos ya se puede comprar gracias a los avances de la medicina en materia de cirugía plástica. Muy atrás han quedado los pactos  mantenidos por algunos con el diablo para lograrla pero la Historia nos confirma todavía, a través de la literatura, que esa exigencia se ha mantenido vigente hasta nuestros días. En sus METAMORFOSIS, Ovidio trata ya el tema del mito de Narciso. En la leyenda clásica alemana, FAUSTO entrega su alma al diablo a cambio del conocimiento ilimitado. Por último, Oscar Wilde retoma el tema de la eterna juventud en la célebre novela EL RETRATO DE DORIAN GRAY para lograr el mismo propósito.

Desde el punto de vista no sólo psicológico sino también físico, la cirugía plástica ha contribuido en muchas ocasiones para aliviar,  implantar, corregir, etc., ciertas deficiencias anatómicas que atormentan profundamente a quienes las padecen, que son muchos: corrección del tabique nasal para, por ejemplo, respirar mejor pero también por una óptima armonía respecto del rostro a criterio del propio perjudicado. Lo mismo ocurre con las orejas, intervenidas quirurgicamente para cerrar el ángulo respecto al eje de la cabeza, los labios, aumentados de volumen para aparentar mayor sensualidad. Y qué decir de la dentadura, perfectamente atornillada a las encías gracias a las nuevas técnicas odontológicas, ya no sólo para garantizarnos una perfecta masticación de los alimentos sino que, como elemento estético,  poder presumir también de una brillante, blanca  y sana sonrisa. No hablemos ya de los pechos y las nalgas que casi se pueden exigir sin ninguna dificultad ni riesgo incluso por catálogo.

A todo esto, en cierta ocasión, mientras aún estudiaba Bellas Artes en Barcelona, tuve la oportunidad de confesarle a cierta señorita que pese a su juventud me parecía poseedora de una extraordinaria madurez. La joven me sonrió amablemente argumentando que si bien su madurez, con toda probabilidad,  se debiera a su verdadera edad, su lozanía, belleza y juventud, sin embargo, eran consecuencia, simplemente, del fruto en los avances conseguidos por la ciencia en materia de cirugía plástica a la que, por otra parte, se había sometido recientemente en una reputada clínica de la ciudad condal. Confieso que su respuesta me cogió del todo por sorpresa pero mayor sorpresa aún me llevé cuando al preguntarle por los sentimientos que le habían llevado a tomar tan drástica, a mi juicio, decisión, me contestó lo siguiente:
 

-Simplemente, me gustaría morir todavía joven.




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