Todo el mundo en el Puerto de la Cruz es perfectamente consciente de que un rumor propagado de forma accidental por cualquiera de sus muchos vecinos puede convertirse rápidamente en algo muy aproximado a una verdad sin paliativos. No en vano, antes de pasar a ser, durante muchos años, vecino de aquella hermosa ciudad turística, ya me advertían en Santa Cruz, no sin cierta ironía, de que tomara severas precauciones ante la legendaria y amenazante costumbre de sus ciudadanos: “…..en lenguas del Puerto te veas”.
Después de algunos años ausente de la isla, al regresar por primera vez de vacaciones al Puerto, un rumor en boga entonces, casi certificaba la enorme dimensión económica que había alcanzado la empresa del Loro Parque y, con ella, el rápido enriquecimiento de su propietario para que el Ayuntamiento de la ciudad, acuciado por la severa crisis de aquellos años, se viera en la obligación de recurrir y solicitar al propietario de aquella entidad, dinero prestado para pagar las nóminas atrasadas de sus empleados municipales.
¿Qué había de cierto en aquel rumor? Yo no lo sé. Lo que sí puedo asegurar es que, de ser cierto, no cabe duda que determinados favores como el que se supone del propietario del Loro Parque al Ayuntamiento, tendría como consecuencia última una simbólica y justa compensación que, tal vez, tardaría años en verse del todo cumplida. No quisiera con esta sutil insinuación justificar el intento de rapto, por así decirlo, de los eucaliptos de la vega lagunera que tanto han dado que hablar éstas últimas semanas, sino manifestar públicamente que determinados favores concedidos, de ser ciertos, conducen a situaciones en las que se da por hecho que una forma de pago por los servicios, otrora prestados, podría corresponder esta vez al Ayuntamiento de La Laguna en forma de unos árboles centenarios que han llegado a preservarse por pura casualidad en su medio ambiente natural.
¿Qué había de cierto en aquel rumor? Yo no lo sé. Lo que sí puedo asegurar es que, de ser cierto, no cabe duda que determinados favores como el que se supone del propietario del Loro Parque al Ayuntamiento, tendría como consecuencia última una simbólica y justa compensación que, tal vez, tardaría años en verse del todo cumplida. No quisiera con esta sutil insinuación justificar el intento de rapto, por así decirlo, de los eucaliptos de la vega lagunera que tanto han dado que hablar éstas últimas semanas, sino manifestar públicamente que determinados favores concedidos, de ser ciertos, conducen a situaciones en las que se da por hecho que una forma de pago por los servicios, otrora prestados, podría corresponder esta vez al Ayuntamiento de La Laguna en forma de unos árboles centenarios que han llegado a preservarse por pura casualidad en su medio ambiente natural.
Lo mejor y más prudente para todos, sería no solicitar nunca ningún tipo de favores a entidades particulares que luego puedan pasarnos una factura como la que acabamos de rechazar.
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