RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

miércoles, 19 de julio de 2017

CONCUPISCENCIA

La propensión natural de los seres humanos a obrar mal como consecuencia del pecado original, según la moral cristiana, se denomina CONCUPISCENCIA y no sólo se asocia exclusivamente al apetito sexual sino que atañe, de especial manera, a todas las dimensiones de la conducta del ser humano. 

Sin embargo, Jean Jacques Rousseau apoyándose en la tesis del buen salvaje afirma que, en su estado primitivo, el hombre fue moralmente superior al hombre civilizado. El llamado hombre histórico o, si se quiere, contemporáneo es distinto. Es vil, egoísta, depravado, degenerado pero no puede mostrarlo públicamente: le es necesario enmascararse,  ocultar su vileza, su egoísmo y sus pasiones y para ello adopta un comportamiento social: la cortesía, la retórica, la técnica de las apariencias y todo aquello de lo que se preocupan las ciencias y las artes. En definitiva, todo lo que nos es válido para enmascarar temores, odios, traiciones, etc. Y todo esto que adoptamos para esconder nuestra maldad se llama EDUCACIÓN. Todo este proceso de degeneración se lleva a cabo a raíz de la aparición de dos distintos factores que no tienen presencia en un idealizado Estado de Naturaleza: LA RIQUEZA y EL PODER.

Por lo tanto, muchos de nosotros parecemos ser víctimas de nuestra propia educación. Una educación que fomenta precisamente esa CONCUPISCENCIA mentada al principio de este artículo y condenada por la moral cristiana que no por la católica.

Debo suponer que el actual ministro de EDUCACIÓN del PP, Méndez de Vigo, no debería sentirse culpable de los muchos pecadores de CONCUPISCENCIA que pueblan las filas de su partido político pero resulta evidente que a juzgar por el ansia de poder y el cúmulo de riquezas en manos de algunos de ellos se supone que deberían ser considerados como los políticos mejores educados del país.

Entonces, llegados hasta aquí, cabe uno preguntarse: ¿Cómo es posible que un hombre civilizado y educado como pudiera ser yo no haya incurrido nunca en el grave pecado de CONCUPISCENCIA a pesar de imaginarme que ignorándolo por completo podría haber sido capaz de amasar una extraordinaria fortuna y alcanzado una ilimitada cota de poder en el seno de la sociedad en que me ha tocado vivir? Será, tal vez, porque nunca he utilizado la EDUCACIÓN recibida, precisamente, para tratar de enmascararme tras ella.

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