Dadas las extrañas circunstancias, la violenta muerte de Miguel Blesa sólo puede presentar tres opciones posibles aunque también distintas: la perpetrada por un supuesto asesino sin escrúpulos, la causada por un fortuito y desgraciado accidente, o bien la del suicidio voluntario. Al parecer, hasta el momento, la autopsia practicada no ha despejado todavía ninguna de las tres incógnitas posibles o, mejor dicho, los forenses, -en el momento que escribo-, no se han pronunciado todavía en favor de una de las tres hipótesis.
Yo me inclino por la del suicidio pero no, como afirman algunos, llevado a cabo por culpa de la presión a la que han sometido los medios de comunicación de masas a la propia víctima sino que quizás, movido por un profundo sentimiento de culpa que muchos otros, condenados como él, ni siquiera se han planteado todavía, Blesa haya podido tomar la fatal decisión de saldar con su propia vida las deudas pendientes no ya con la justicia en particular sino con todos aquellos otros que fueron injustamente perjudicados por su funesta gestión bancaria al frente de CAJA MADRID.
Si así fuera, si el Sr. Miguel Blesa hubiera optado por el suicidio, como parece ser, no sólo habría de sumarme al dolor padecido por amigos y familiares sino que tal rotunda decisión, desde mi particular punto de vista, considero que le honra sobremanera porque, al fin y al cabo, cabe también imaginar la interpretación que de su propio código ético ha hecho gala para pagar con su vida sus supuestas deudas pendientes e intentar o presumir, si cabe, de haber muerto con honor.
No sé si atreverme a decir que ese tipo de muerte debería servir como ejemplo para esos otros muchos responsables que ya pueblan, por fin, las distintas cárceles españolas y que no han tenido ningún reparo, amparados en los distintos cargos que desempeñaban en la administración del estado, en entidades bancarias o deportivas, consejos de administración y un largo etcétera, en haberse lucrado durante años y de forma ilícita con un dinero público que no les correspondía y en una época, además, de tanta penuria económica en el seno de la sociedad española acuciada por la crisis.
Ya sólo me resta desearle al Sr. Blesa que en paz descanse y humildemente espero que, tal vez, otros también hayan decidido ya seguir su último ejemplo en la tierra.
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