Muy poca cosa más me resta decir acerca de la magnitud de la corrupción en nuestro país. A pesar de que el río sonaba desde hacía muchos años, el agua corrompida ha terminado anegando por completo las dependencias de la Federación Española de Fútbol y en sus turbias aguas han naufragado José María Villar, su hijo Gorka, Juan Padrón, -responsable de la Federación Tinerfeña de Fútbol y su secretario Ramón Hernández. Excepto este último y pesar de la profundidad de las aguas turbulentas todos han podido salir nadando aunque espero no indemnes, de momento, en dirección a Soto del Real a instancias del juez de la Audiencia Nacional, Sr. Pedraz.
Yo, que presumía que la corrupción a gran escala no había llegado aún al Archipiélago, he quedado totalmente defraudado por los últimos acontecimientos padecidos: primero por la amnesia sufrida en su día por el ex ministro Soria y ahora esto: la descarada implicación en el turbio asunto relacionado con la Federación de Fútbol Tinerfeña.
Suerte que he elegido Tenerife como lugar idóneo vacacional y podré hacerme in situ una idea aproximada de los hechos acaecidos recientemente pero ello no quitará para que mi familia y yo podamos disfrutar del benigno clima que proporcionan los alisios y de la sabrosa gastronomía popular de la isla que se paladea en los guachinches.
Tanto el suicidio del Sr. Blesa, como los registros en la Generalitat además del encarcelamiento de los responsables de la FEF, serán los últimos grandes acontecimientos que yo haya vivido en Cataluña a lo largo de toda esta movida semana. A partir de mañana sábado, al menos durante quince o veinte días, todo habrá terminado para mí y nada habrá servido para algo que no sea darme un bañito en San Telmo y sentarme a la sombra de los hermosos laureles de indias en la Plaza del Charco del Puerto de la Cruz; y, si puede ser, cerca de la ñamera del estanque.
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