Posiblemente yo me considere tan republicano como cualquier catalán también republicano y en consecuencia tan alejado de los criterios del PP como también lo están miles de españoles en este país pero de ahí a verme envuelto en un manifestación pública engañosa, -de aparente rechazo al terrorismo yihadista y organizada a la medida de los señores Puigdemont y Junqueras-, va un trecho tan largo como la distancia misma que me separa de la aprovechada conveniencia de los responsables de la Generalitat de Catalunya.
En tal sentido debo denunciar la total opacidad habida en el supuesto homenaje a los fallecidos durante el transcurso de la manifestación, eclipsada ésta por una puesta en escena sin ninguna espontaneidad popular ni con la humildad que se espera en un acto de dolor y respeto a las víctimas y, además, ensombrecida de tal manera por cientos de esteladas reivindicando un derecho que ayer no correspondía exigir.
En cualquier caso, los organizadores han querido ser más papistas que el papa, y en lugar de honrar a los muertos como se merecían, -que hubiera sido lo fundamental-, han querido demostrar su profundo agradecimiento a quienes, en definitiva, no pudieron, en ningún caso, hacer nada para evitar las dieciséis víctimas mortales que se han cobrado los atentados de Cambrils y Barcelona; es decir: homenajeando a los mossos d`Esquadra, bomberos, guardia urbana, servicios médicos, etc., etc. Todo ello con la única finalidad de demostrar una marca Catalunya capaz de emocionar, promocionar, organizar y reivindicar un país ajeno a lo que el resto de españoles esperamos también de él: que continúe entre nosotros.
Desde el principio, y quizá con un doble sentido muy explícito, me chocó la arrogancia con la que se esgrimía el oficioso eslogan en contra de los yihadistas: NO TENEMOS MIEDO. Yo hubiera optado por la humildad del modo subjuntivo: NO TENGAMOS MIEDO.
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