RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

domingo, 3 de diciembre de 2017

EL RATÓN COLORADO


A través de un orificio en las tejas, un hilo de luz amarilla y perpendicular atravesaba el sombrío y húmedo espacio de la buhardilla para posarse e iluminar a la vez aquel apetitoso taco de Gruyere dispuesto sospechosamente sobre el suelo. Desde una cierta distancia los ratones ya habían detectado el aroma de aquel diamante holandés en bruto sin apercibirse siquiera que aquella penumbra circundante escondía en las sombras un sofisticado y peligroso mecanismo de muelle tensado de gran potencia y pasador disimulado por aquel vibrante trozo de queso del que nunca llegaron a sospechar el alcance de sus consecuencias.
Después de deliberar en silencio entre ellos durante un buen rato, optaron raudos, todos a una, por dirigirse hacia aquella suculenta representación láctea de su República Independiente sin ni siquiera imaginar todo lo que habría de suceder a continuación y que a la postre se saldaría con un estrepitoso fracaso de organización como consecuencia, -y merced a aquel señuelo-,  de no haber previsto con la suficiente antelación los riesgos que entrañaba aquella deliciosa degustación en grupo.
Cuando confiados, los Jordis, ignorando el peligro en ciernes, cautelosos se aproximaron al Gruyere, seguidos de cerca por el resto de roedores y consiguieron por fin acariciar aquel  tierno diamante amarillo, automáticamente, el pasador que sostenía el queso fresco liberaría sin dificultad el potente muelle tensado y la metálica ratonera, representación tramposa del 155, saltando por los aires, se llevaría por delante a la mayoría de ratoncillos sin apenas haber tenido tiempo siquiera de probar bocado. Sólo se puso a salvo el único ratón colorado que como todo el mundo sabe es el más listo de todos los roedores de su especie. Esa misma tarde, mientras sus colegas entraban por parejas en otras tantas ratoneras metálicas del Estado, el astuto ratón colorado huiría a toda prisa para ocultarse rápidamente entre los cientos de miles de coles de Bruselas.


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