Aquella templada mañana de primavera, los atletas matriculados en el Gimnasio Hércules tuvieron que esperar un buen rato todavía a que Asuntos Internos desprecintara la puerta del Área (A) para poder pasar a su interior y comenzar los ejercicios matutinos de cada día. Al parecer, el origen de aquel azaroso inconveniente se debía a dos distintos libros, de diferentes autores, encontrados a primera hora por el servicio de limpieza de la entidad, abandonados en el suelo, con toda seguridad, desde la tarde anterior, a una distancia no inferior de un metro uno de otro. A criterio de la dirección del centro, el más pequeño correspondía a un tal Kafka, nacido en la república checa, mientras el segundo se debía a un borracho de nombre Bukowski, de origen alemán afincado en USA. Sólo después de ser recogidos y depositados en sendas bolsas de plástico y retirados por los agentes de Asuntos Internos, se abrieron entonces las puertas para, -una vez ya los atletas en el interior del área de aparatos-, el monitor se sintiera en la obligación de dirigir unas palabras de aliento a sus incrédulos pupilos antes de comenzar la dura tabla de gimnasia programada para ese día.
-Tener en cuenta, -les dijo con voz templada- que el gimnasio Hércules, desde hace ya años, imparte clases de educación física y que, en definitiva, ello se traduce en un culto al cuerpo aceptado por todos vosotros y no al intelecto propiamente dicho. La lectura es perniciosa, crea adicción. Primero se empieza por una sencilla novela, más tarde por un cuento, un ensayo y así sucesivamente hasta que sin daros cuenta termináis enganchados, prisioneros del todo de eso que llaman literatura. Finalmente dejáis de asistir al gimnasio y, con un poco de suerte, termináis del todo fláccidos, leyendo en solitario, sentados en un banco abandonado del parque o, tal vez, en el interior oscuro de un bar de mala muerte ante un volumen de ciencia ficción o, incluso, en la cama, antes de conciliar el sueño tranquilizador.
Para terminar, - advirtió con cierta benevolencia-, os recordaré lo pernicioso que ha supuesto para el gimnasio Hércules la apertura tan poco honrosa y a tan escasa distancia de nuestro modélico gimnasio de esa nueva Biblioteca y la responsabilidad que en tal sentido debería exigírsele al Excmo. Ayuntamiento de esta atlética ciudad que desde siempre se ha sentido del todo proclive por la calidad de vida que proporciona la llamada Cultura Física de todos sus ciudadanos.
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