RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

sábado, 31 de enero de 2009

JUBILACIÓN ANTICIPADA

Recien cumplidos los 56 años, llegué a la lamentable conclusión, que dadas las circunstancias, no resistiría por mucho más tiempo un trabajo de las características del que venía desempeñando para el Ayuntamiento de Mollet durante más de veinte años.

La mayor parte de aquel tiempo estuve bajo el influjo socialista de la que a la sazón fuera alcaldesa de Mollet durante aquel largo periodo, Monserrat Tura, sobrina de uno de los padres de nuestra Constitución.

También yo había pertenecido al partido pero fui injustamente expulsado, de manera harto arbitraria, por el entonces secretario general del mismo en Mollet, Carpio, al no estar yo de acuerdo, como en principio tampoco lo estuviera Felipe González, con nuestra inclusión en el seno de la OTAN.


Aún tuvieron que pasar seis años más antes de que tomara tan sabia decisión. Llegado el verano de 2008 y coincidiendo con el periodo de vacaciones de la estación, abandoné definitivamente la Unidad de Jardinería después de veintiseis años dedicado en cuerpo y alma a velar por el mantenimiento de las zonas verdes de aquella ciudad del Vallés Oriental.

El ambiente laboral se había vuelto tan opresivo, discriminado, dictatorial y tiránico que me ví en la obligación, junto a un puñado de fieles compañeros sindicalistas, a ofrecer un frente alternativo a tanto desmán por parte de ciertos mandos intermedios quienes, aprovechando la ventaja que les otorgaba su posición en la composición de la pirámide de mando, pretendían convertir la Unidad de Jardinería en una empresa privada gestionada por ellos mismos a espaldas de la tolerancia socialista del Exmo. Ayuntamiento.

De esta época data esta especie de cartelito, elaborado ex-profeso como arma de combate ante tan lamentable injusticia y que anunciaba, con mi anticipada jubilación, el paso franco para aquellos mandos intermedios para los que me había convertido en tan acérrimo enemigo.

Me consta que en la medida de lo posible, aquel grupo discrimado de compañeros sindicales, ha recogido el testigo que con tanto esfuerzo lograron alcanzar y con el que aún hoy continúan defendiendo la libertad de expresión, sindical y el bienestar del resto de compañeros en su misma situación.

viernes, 30 de enero de 2009

....que viene EL CORUJO

AQUELARRE DE CORUJOS

Nadie ni nada me ha producido tanta sensación de terror como la supuesta presencia de aquel ente invisible que, en cualquier momento, podría acudir de improviso a secuestrarnos, a cambio de nada, para arrastrarnos, sin piedad alguna, hasta aquel remoto pais sumido siempre en unas profundas tinieblas de donde se decia que no podríamos escapar jamás y solo habitado por todos aquellos niños desobedientes que, como yo, fueron incapaces en alguna ocasión de tomarse una papilla, de limpiarse los dientes, de irse a dormir temprano o de llevar la raya del peinado bien recta sobre un costado del cráneo.

Me refiero al CORUJO y, el CORUJO, a falta de una auténtica identidad que lo definiera fisicamente a nuestros ojos, se encontraría anónima y peligrosamente conviviendo con todos nosotros sin que su viva presencia fuera advertida nunca por ninguno, de modo que podría tratarse perfectamente de cualquiera de los mayores de nuestro entorno más inmediato; preferentemente varón, de gran estatura, quizás con joroba, y posiblemente en poder de un enorme saco en cuyo interior se suponía que transportaba a aquellos niños traviesos a su reino de oscuridad permanente de donde jamás se podía regresar.

!! .........cuantos CORUJOS no creí intuir durante mi niñez!!. Muchos: unos por su joroba, otros por su enorme estatura, otros por vestir siempre de negro, por llevar un saco colgado al hombro, por no sonreir cuando me miraban. Cualquiera de ellos podría muy bién ser. Sin embargo, que fácil suponía para mi descartar a quienes no lo parecían. Mi propio padre y mi tio Pancho, por ejemplo. También los padres y hermanos mayores de todos mis mejores amigos, al igual que el maestro pero no tanto el Sr. cura, Don Luis; su gran estatura, su larga sotana negra hasta los tobillos y la amenaza constante con algo a lo que él llamaba el infierno despertaron siempre mis más fundadas sospechas. Sin embargo, era justo reconocer que entre la actitud de D. Luis y la supuesta del CORUJO, se establecia una gran y notable diferencia:

Si bién la preconizante amaneza del Sr. cura con la visita obligada al infierno tendría lugar inmediatamente después de nuestra muerte, la del CORUJO, por el contrario, estaba siempre relacionada con el fatídico secuestro en el mejor momento de tu niñez, cuando creías firmemente que todos tus sueños de infancia se convertirían, algún día, en realidad.

Pese a todo, y mientras vivíamos en La Cuesta donde al parecer también moraba el CORUJO, dos populares personajes de aquel suburbio del sur, aunque totalmente ajenos a nuestro más inmediato entorno, quedaron por siempre firmemente descartados como probables: Isabel "La Padilla" por ser mujer y Pepito "El mordelón" por ser bajito. ¡¡QUE DIOS LOS TENGA EN LA GLORIA!!

jueves, 29 de enero de 2009

De Reverón "pa" lapas al quirófano

Alguien me confirma que el personaje que figura en la entrada anterior no se trata de REVERÓN sino de Ramoncillo "El Choco". He quedado profundamente decepcionado con la noticia porque no me imagino la razón que pude barajar para asociar lo de "....como Reverón pa lapas" al personaje de Ramoncillo "El Choco". Albergaba fundadas esperanzas de haber resuelto por fín el enigma que me atormentó durante tantos años pero me temo que habré de esperar aún mucho más tiempo hasta que alguien lo resuelva por mí.

Lo curioso del caso sería que el tal Reverón pudiera encontrarse oculto, con identidad falsa, en el interior de mi profundo archivo fotográfico y que hasta hoy yo no haya podido dar con su paradero ni con su verdadera identidad. Esto me lleva a plantearme un serio problema de carácter deontológico, cuando no ético: ¿debo respetar el derecho a la intimidad de Reverón aunque se trate de un negativo analógico protegido y amparado por los otros cientos que poseo y que seguramente le arropan y le respaldan en silencio?.

Espero que los historiadores locales del Puerto de la Cruz puedan devolverme con sus acertadas informaciones la calma que durante años la figura de Reverón, el de las lapas, me ha usurpado sin pretenderlo.

En ello pensaba ayer mientras mi cuerpo completamente desnudo, cubierto solo por una frágil bata de papel de color azul, yacía boca arriba sobre la estrecha camilla de un pequeño quirófano en Barcelona. Mientras, el anestesista, -un cubano doctor de mi estatura, guapetón y simpático-, me interrogaba acerca de si era alérgico a alguna cosa en concreto y, en especial, si lo era a algún tipo de alimento.

En principio no, -le dije-. Bueno, sí, -rectifiqué haciéndome un poco el gracioso-; al jamón ibérico pata negra pero no por el sabor sino por el precio.

¡Ay que ver!, -exclamó el joven doctor cubano-. Hace unos días, -prosiguió-, una paciente, precisamente, desde donde mismo se encuentra tumbado Vd. ahora, me confesó que ella, solo y exclusivamente, era alérgica a la picadura del alacrán. ¿Que le parece?.

Esa pregunta fue lo último que pude oir con cierta nitidez. Cuando desperté y abrí de nuevo los ojos me encontré con la agradable sorpresa de una espléndida sonrisa adornada por la impecable y blanca dentadura del joven anestesista Luciano.


¡¡......conque alérgico al precio, ¿eh?!!.

miércoles, 28 de enero de 2009

........como REVERÓN "pa" lapas.

Hasta día de hoy, después de tantos años, he seguido convencido de que el simpático personaje de la foto no era otro que el mismísimo REVERÓN. Aquel del que se decía que le gustaban tanto las lapas que su extrema inclinación por el exagerado consumo de ellas obligara a la gente del Puerto a tomar aquella debilidad suya como una comparativa fiable y aplicable a cualquier síntoma de flaqueza que se produjera en alguien por cualquier otro producto culinario o vicio distinto, fuere este confesable o inconfesable.
No era muy de extrañar, pues, que mi gran amigo LELO, sabiendo lo mucho que a mí me gustaba la repostería fina, siempre que yo caía en la tentación, profiriera aquello de que yo para los pasteles era como REVERÓN "PA" LAPAS.
Lo de ".....como Reverón pa lapas" constituía en sí toda una frase hecha, genuina, categórica e incontestable, aplicable a todo aquel que demostrara una inclinación extrema por la degustación exagerada de cualquier producto, sobre todo, de carácter comestible aunque, por lo común, también extensible mucho más allá del ámbito de lo estrictamente culinario como para aplicarla, de igual modo, a quién se le considerase propenso de un contumaz abuso de cualquier otro vicio distinto al del preciso paladar.
P.D. ruego a todo aquel que crea que el personaje de la foto no se trata del tal REVERÓN, que me lo haga saber sin compromiso alguno.

domingo, 25 de enero de 2009

LA POLICIA EN LA NOCHE (Barcelona)

Esta simpática anécdota no se entendería si el lector no estuviera al corriente de como nuestro aspecto físico despertaba las infundadas sospechas de las Fuerzas de Seguridad del Estado de entonces.




Una ambarina y mortecina luz maliluminaba la estrecha calle por segmentos regulares. Entre ellos, una espesa penumbra ocultaba los angostos portales donde las jovenes parejas se amparaban emitiendo en su frenética despedida los últimos jadeos de una pasión incontrolada. Como cada noche, Leocadio y yo, hacíamos aquel mismo recorrido camino de casa una vez finalizada nuestra jornada laboral en el Sopeta Una con la misma rutina con la que cada día desempeñábamos nuestro trabajo en el restaurante.

Aquella noche concreta, a excepción de alguna que otra pareja oculta en los portales y de nosotros mismos, la calle, debilmente iluminada como siempre, se encontraba completamente desierta. Nuestra presencia no le interesaba a nadie; solo nuestra propia conversación y el sonido de nuestros pasos sobre los adoquines, apagaban el eco sordo de los jadeos de los amantes en los oscuros portales abiertos en las mugrientas fachadas. Recuerdo que aquella noche, ámbos nos habíamos aprovisionado previamente de dos botellines, uno para cada uno, de agua de Vichy catalán que íbamos ingeriendo a sorbitos por el camino a casa, unos cien metros más adelante, mientras manteníamos una charla tan anodina y oscura como la noche misma.

Fue al levantar la cabeza para apurar un nuevo sorbo de agua cuando, al quedar violentamente a la vista mientras atravesaba uno de los segmentos iluminados de la calle, reparé en una joven pareja masculina que se aproximaba directamente hacia nosotros en silencio. Advertí de ello a Leocadio al tiempo que la pareja, abandonando el centro de la calle para continuar avanzando, protegidos cada uno por las desconchadas fachadas de los costados, llegaron súbitamente hasta nuestra altura.


-¡Policía!, -dijo el primero, alzando algo la voz en tono amenazador, mientras mostraba una placa mal iluminada-

-Documentación, -agregó el segundo, sarcástico y aparentemente conciliador, mientras su compañero guardaba su identificación en un bolsillo interior.

La ingenuidad de Leocadio me dejó perplejo. Dirigiéndose con una semironrisa al segundo policia, le confesó sin ambages que habiendo regresado de Holanda hacía muy poco, habíase olvidado en aquel pais toda su documentación y continuaba aún a la espera, aquí en Barcelona, a que se la remitieran urgentemente por correo a nuestro domicilio de la Mediana de San Pedro para proseguir posteriormente viaje a su Canarias natal.

Yo mostré la mía haciéndome responsable de la identidad que Leocadio no había podido demostrar.

-¿ Vd., de quién coño pretende hacerse responsable con esa pinta?, -me increpó el de la placa con la vista depositada en mi espesa barba.

Casualmente, todo este diálogo tenía ya lugar ante el portal de nuestro propio domicilio hasta donde habíamos llegado por lo que, sacando yo la llave del bolsillo y abriendo con ella la pesada puerta metálica, pudimos demostrar que, efectivamente, vivíamos precisamente allí, que teníamos domicilio fijo.

Entre otras cosas, tuvimos también que demostrar que nos dirigíamos a casa a desacansar trás una dura y larga jornada laboral en el restaurante de la esquina anterior en el que trabajábamos y que ámbos al parecer ya conocían. Pero ello no fue suficiente para convencerles de su error al detenernos hasta que no se me ocurrió la socorrida idea de extraer de mi sobada cartera una nómina salarial del mes anterior que siempre solía llevar encima como última solución a estos posibles casos de incredulidad policial y que tan buenos resultados me diera siempre en el pasado.

La nómina ejerció milagrosamente de efectivo salvoconducto. No solo poseíamos un domicilio fijo sino que además teníamos trabajo.

Finalmente nos perdonaron la vida permitiéndonos entrar en casa. Ellos continuaron su camino, andando por el centro de la calle como al principio hasta perderse entre la espesa penumbra que flotaba sobre la siguiente afilada esquina.


Lo que yo siempre ignoré y así se lo hice saber al ingenuo de Leocadio, es que este estuviera viviendo en Barcelona, en nuestro propio domicilio, sin ningún tipo de documentación que le permitiera identificarse ante las autoridades locales.

sábado, 24 de enero de 2009

LA LUZ MISTERIOSA (Barcelona)

Esta anécdota barcelonesa puede ser perfectamente corroborada por el propio Leocadio y por el mismísimo Luis Espinosa, podólogo radicado en la Villa de la Orotava con quienes compartí piso en la Ciudad Condal hará ahora más de 30 años






...continúa de la entrada anterior


Hacía muy pocos días que habitaba en el diminuto piso que por retrete se entendía aquel hediondo agujero abierto en el suelo pero que, sin embargo, sí que disponía de una habitación principal, relativamente ancha y con vistas a la angosta calle sin aceras que discurría desde Pedro Lastortras hasta prácticamente el paseo del Arco del Triunfo.

Finalizada la media jornada laboral en el restaurante en que trabajaba, aquella tarde de verano, mientras yo descansaba de espaldas, tumbado sobre la cama doble que ocupaba casi toda la superficie de aquella habitación y con la vista fija en el techo a la espera de que sonara el timbre anunciando la visita pactada de Leocadio, caí relajadamente en una apacible y soporifera duermevela que, por desgracia, fue alterada súbitamente por un fenómeno bastante enigmático, paranormal, diría yo por lo inaudito e increíble.

Sofocado bajo la humedad ambiental y envuelto en la penumbra que reinaba por completo en el interior de la habitación, comencé a distinguir a través de los párpados entreabiertos como una azulada bombilla inexplicablemente situada en la parte superior de la puerta de la habitación se encendía y apagaba intermitentemente, misteriosa y lentamente y a intervalos más o menos regulares.

El susto que me produjo fué mayúsculo, máxime tratándose de un viejo piso al que yo, prácticamente, acababa de incorporarme y con el que aún no me había debidamente familiarizado. Creí estar soñando porque cuando desperté del todo de la supuesta pesadilla, el extraño y enigmático fenómeno había dejado repentinamente de producirse como tampoco se produciría la tan esperada visita acordada, de antemano, el día anterior con Leocadio.

Aún asustado, me levanté de un salto, me lavé la cara en el fregadero de la cocina, y salí de inmediato al calor de la calle. En un bar cercano que frecuentábamos a menudo me encontré, con gran sorpresa por mi parte, a Leocadio sentado tranquilamente ante la barra. Casi sin saludarle y alterado aún como estaba por el fenómeno que acababa de presenciar en casa, le recriminé no solo su supuesta conducta irresponsable sino además su falta de palabra para conmigo por no acudir a la cita convenida para hoy a las cuatro a lo que, con la ya tan conocida flema canaria, me respondió que yo debía haberme quedado profundamente dormido, insistiendo en el hecho de la cantidad de veces que se vio obligado a pulsar inutilmente el timbre sin que nadie en absoluto hubiera respondido a sus repetidas e insistentes llamadas, por lo que había tomado entonces la repentina decisión de marcharse rápida y seriamente decepcionado. Ninguno creyó en la versión dada por el otro, pero aún así decidimos acudir, cabizbajos y en silencio, a visitar, como ya habíamos acordado el día anterior, a la propietaria del piso quién a su vez regentaba una lavandería en nuestra misma calle, donde se cuidaba de lavarnos a nosotros también la ropa sucia. Se trataba de pagarle el primer mes por adelantado.

Una vez cobrado el alquiler y con el consiguiente estupor por nuestra parte, fuimos tardíamente advertidos por la lavandera de que los anteriores inquilinos del piso, habían sido una simpática pareja de sordomudos por cuyo motivo, en lugar de emitir un sonido el timbre cuando se pulsaba, se encenderían una serie de bombillas repartidas por cada una de de las habitaciones y cocina, incluyendo el pestilente e infecto mencionado retrete del agujero en el suelo, advirtiendo así de la presencia de una posible visita.

Nuestras dudas quedaron definitivamente despejadas y para celebrar nuestra recién recobrada confianza puesta en entredicho hacia solo un rato, además de la increible anécdota, decidimos entonces regresar de nuevo al bar, zanjar nuestro mutuo malentendido y bebernos a nuestra propia resistente salud un par de cervezas bien fresquitas bajo la sombra de un toldo verde en la terraza.

viernes, 23 de enero de 2009

Leocadio, Luis Espinosa, Pedrito y yo en BARCELONA


Luis Espinosa y yo llevábamos ya algún tiempo viviendo en Barcelona cuando de paso por la ciudad y al regreso de Holanda se nos sumaría momentáneamente Leocadio a quién, naturalmente, conocíamos muy estrechamente como vecino también del Puerto de la Cruz que era. Algo más tarde, aunque solo por unos días, se nos agregaría Pedrito, llegado a la Ciudad Condal directamente de Tenerife y de paso, según creo recordar, hacia Londres.

Tanto Luis como yo disponíamos de trabajo estable; Luis como prácticante en un modesto dispensario y yo como camarero en un pequeño restaurante junto al antiguo Instituto del Teatro.

Vivíamos por entonces en un diminuto y antiguo piso de la Mediana de San Pedro que aparte de carecer de ascensor ni siquiera disponía de cuarto de baño; a lo sumo, un maloliente retrete sin taza ni bidet; un agujero en el suelo. Pero ello no fue nunca inconveniente para compartirlo con Leocadio quién permanecería cierto tiempo entre nosotros hasta que llegara el momento de conseguir el dinero suficiente que le permitiera adquirir un billete de avión con destino a Tenerife; tal era su precaria situación y mayor aún nuestra penuria económica. Tanta, que ni siquiera Luis ni tampoco yo habíamos ahorrado aún lo suficiente como para sacar del apuro a nuestro eventual inquilino.

Quiso la suerte que en la cocina del restaurante donde yo trabajaba necesitaran rápidamente un friegaplatos y que sobre mí, precisamente, recayera la ambigua responsabilidad de adjudicar sin dilación el tan esperado empleo. No será muy dificil adivinar quién resultaría el beneficiario de tan socorrido compromiso.

De haber tocado el saxofón como miembro de la Banda Municipal del Puerto dirigida por el popular Chano, Leocadio pasaría a convertirse en Barcelona en un eficiente pinche de cocina a cambio de un precario salario semanal pero con el que lograría paliar su maltrecha economía doméstica.

No obstante, siempre tuvimos tiempo para la diversión, para el ocio y, sobre todo, para el sinfín de anécdotas vividas de las que fuimos en ocasiones testigos, en otras protagonistas y en las que, en la mayoría de las veces, estuvimos directa o indirectamente implicados en ellas.

De todas las ocurridas, siempre he distinguido unas cuantas que por su carácter de ficción literaria merecen la pena que sean contadas y conocidas en su auténtica dimensión social y dramática. Anécdotas acaecidas todas ellas en la Barcelona de aquellos años aún de dictadura:

a)La luz misteriosa
b)La policia en la noche
c)El robo de la cartera del poeta Luis Goytisolo (amigo nuestro por aquellos años)
d)Tomando café en el Drugstore de las Ramblas en compañía de la actriz Ángela Molina, de paso entónces por Barcelona.

Me acaban de comunicar que Pedrito, cuyo apellido es Garhel, no se encuentra ya entre nosotros. No lo sabía pero su fallecimiento me ha sumido en una profunda tristeza. Descanse en paz.

........continuará


jueves, 22 de enero de 2009

HASTÍO y probable renuncia

Últimamente he estado meditando profundamente sobre la conveniencia o no de poseer un Blog y con que objeto. Al resto de la gente parece no importarle demasiado lo que el otro pueda decir, opinar o simplemente fantasear sobre determinadas cuestiones consideradas de aparente gran trascendencia social y muchísimo menos sobre aquellas otras que les puedan resultar sospechosamente intrascendentes a sus propios intereses particulares por cuyo motivo nadie dice mucho, nadie opina lo suficiente y nadie fantasea lo imprescindible, reservándose, eso sí, para evitar trastornos, el derecho de no participar ni acudir a ningún otro Blog que no sea el suyo propio con lo que todavía seguimos igual o peor incomunicados que lo que estábamos antes. En definitiva, muchos necesitan ser tan originales, tan únicos, tan individuales e imprescindibles que apenas sí dejan lugar a la confrontación, a la ocurrencia, a la opinión, a la información o a la simple tertulia. La interactividad me parece francamente nula y, en consecuencia, la pretensión ridícula.

En repetidas ocasiones he vertido mis particulares opiniones en muy distintos Blogs y, excepto en algunos casos concretos, muy pocos son, por no decir ninguno, los que hayan respondido generosamente a mis inquietudes planteadas, a mis dudas o, simplemente, a mis preguntas o los que llanamente me hayan brindado la más mínima oportunidad a participar en el debate.

Lo lamentable de poseer ombligo consiste en caer en la tentación de permanecer observándolo detenidamente durante demasiado tiempo. Sin embargo, lo realmente gratificante es que cada uno de todos nosotros, sin excepción, tiene el suyo propio aunque, por fortuna, yo procuro observarlo, en todo caso, muy de vez en cuando, sin mucho detenimiento, y solamente en quellas ocasiones en las que alguien decide no responder al post que con tanto entusiasmo, a pesar de su manifiesta indiferencia, le haya podido dedicar en su propio Blog .

Y, ahora que lo pienso, si por cada vez que no me hayan contestado a cada uno de los muchos post que he debido depositar en otros tantos Blog haya también decidido mirarme detenidamente el ombligo, el resultado obtenido habrá sido que también yo habré pasado muchísimo rato sin quitarle el ojo de encima al mío.

Unos por exceso y otros por defecto. ¡¡Que cosas....!!, ¡¡Hay que ver....!!.

Así es que desde hoy mismo, haciendo una extraordinaria excepción con mi gran amigo Dorta, y ejerciendo el discriminado uso de la autoridad que me confiere mi propio Blog, es por lo que me he sentido obligado a tomar la irrevocable decisión de escribir solo sobre mis propios asuntos e intereses además de sobre mis propias virtudes, que son muchas y al parecer poseo porque , hasta hoy, que yo sepa, nadie me ha achacado de lo contrario, lo que me hace suponer, sin lugar a dudas, que muchos ya me consideran tan íntegro que incluso me otorgan el beneficio de llegar a la determinante conclusión propia de creerme a mi mismo el más asquerosamente perfecto de los mortales dada la intachable ecuanimidad de la que hago gala habitualmente.

Tornaré peligrosamente de nuevo a mi otra espectacular personalidad que tantos buenos resultados me otorgara en el pasado, desempolvaré otra vez mi vieja dentadura postiza de caña de bambú y, en la medida que pueda, comenzaré por ir dando dentelladas por doquier impregnando de mi mortal "curare" a todos aquellos cuellos que se pongan al alcance de mis afilados colmillos.

Os aconsejo que presten la debida atención a la fotografía que ilustra el texto y que es el en la actualidad la que verdaderamente se corresponde con el cambio ejercido de mi nueva personalidad.

Procurad no quedar al amparo de su dentadura postiza. Es mortífera de necesidad.

SANTO DOMINGO sin mácula

Mi gran amigo José Martín, como de costumbre, ha salido de nuevo a la terraza del Rancho Grande y después de lo NO visto me ha escrito inmediatamente para comunicarme una buena noticia que mucho tiene que ver con el convento de Santo Domingo.
Por fín, esta foto podrá volver a repetirse de nuevo en todo su esplendor. Sin ningún tipo de publicidad que mancille las blancas paredes del convento, por lo que me alegro profundamente.
Como rectificar dicen que es de sabios, no nos queda otro alternativa que la de felicitarnos por tan sabia decisión adoptada, lo que me obliga a retirar las suspicaces sopechas que en su día creí albergar en contra de esa corporación municipal. De esa manera, rectificando, todos seremos algo más sabios y más honestos.
Desde aquí quiero agradecer a quién corresponda el enorme placer estético que me provoca la contemplación desde San Telmo de este rincón entrañable del Puerto y del que tantos logros fotográficos he obtenido con mis cámaras.
¡¡Gracias!!

martes, 20 de enero de 2009

ALEGORIA PARA LA PAZ. (STOP WAR)

A lo largo de mi vida las guerras han venido sucediendose a razón de, más o menos, una por año sin que nadie consiguiera evitarlas antes de que se produjeran.
Esta composición fotográfica exigía gráficamente en su día la paz para el Vietnam. La he conservado porque, desgraciadamente, me seguirá siendo válida siempre que sea preciso exigir el cese de la violencia en la medida de mis escasas posibilidades.
El término "veterano/a de guerra" debería ser desterrado para siempre de nuestro vocabulario pero lamento mucho tener que afirmar que esta vieja composición fotográfica ya lo ha sido de tres grandes guerras distintas: Vietnam, Irak y, por último, Palestina.
¿Cuando podré, por fín, romper la foto?.