RETRODEZCAN

Este imperativo es del todo incorrecto pero me resulta más contundente que el original RETROCEDAN. Por lo tanto, si la Real Academia de la Lengua Española me lo permite, desde hoy en adelante haré uso exclusivo de él.
Con RETRODEZCAN pretendo dar a conocer parte de mi obra pictórica, escultórica, fotográfica y, en menor proporción, literaria y, a la vez, mantener una corriente de opinión sobre los acontecimientos de naturaleza artística de hoy día.
Espero que tomeis la sabia decisión de manteneros a una distancia prudencial de mis opiniones aquí vertidas que no siempre tienen por que ser del agrado de la mayoría; ¿o, sí?

miércoles, 15 de febrero de 2017

MEMORIA SELECTIVA

La distancia y el tiempo se me antojan tan largos que la única esperanza que se me ocurre por el momento de aproximarme a mí ya lejana infancia es a través de los muy variados utensilios y productos de higiene corporal y del hogar más cotidianos que me acompañaron cuando niño, allá por la década de los cincuenta del pasado siglo XX, mientras vivíamos en LA CUESTA.  Algunos tan populares como el jabón LAGARTO, por ejemplo, o el frasquito de brillantina que mi madre siempre tenía  dispuesto sobre  una repisita de madera, delante de un espejito diminuto colgado de una mampara de tabla de lo que entonces llamábamos cocina. Los llamados jaboncillos lo constituían aquellos otros destinados exclusivamente a la higiene corporal como la marca HENO DE PRÁVIA, de color verde y en pastilla o aquella otra, el rosado, ovalado y exquisito jabón LUX. Pero también mi infancia se caracterizaba, particularmente, por todo  aquello de lo que  entonces carecíamos: radio, televisión, teléfono, nevera, gas, agua corriente, cuarto de baño, etc., etc. 

Por suerte, sí que  disponíamos de luz eléctrica, es decir, de dos bombillas y un enchufe. Una bombilla colgada del techo de madera de la cocina y la otra en la única habitación disponible; el enchufe, siempre inactivo (no teníamos nada que enchufar), detrás de la mesita de noche que separaba la cama de matrimonio de mis padres y la cama turca de dos cuerpos donde dormíamos mi hermano y yo. Hasta donde no llegaba la red eléctrica, en la periferia de los pueblos, las familias, para alumbrarse, hacían uso de las modestas lámparas de carburo.

La suerte quiso que un buen día,  mi padre resultase agraciado con una quiniela de fútbol por la que cobró unas ocho mil pesetas de las de entonces. Con parte de aquel dinero caído del cielo, se pagó la radio MOBBA que durante muchísimos años presidíría el diminuto dormitorio, precisamente, sobre la oscura mesita de noche tras la cual ya existía el rudimentario enchufe que hasta aquel mismo día había permanecido virgen. 


A partir de entonces, empecé yo  a sentirme diariamente informado de todo cuanto la radio podía informar en la década de los cincuenta del siglo pasado. Y entre información y publicidad me causó estupor la que hacía alusión, de forma muy escueta, a una determinada marca de cigarrillos y que con el paso del tiempo adquiriría un significado específico en el lenguaje cotidiano y popular de los tinerfeños: ¡NO, GRACIAS, FUMO KRÜGER! La frase, de manera muy coloquial,  nos servía a todos  para rechazar, dado el caso, cualquier proposición que nos hiciera alguien y que en absoluto nos interesara para nada o no estuviéramos de acuerdo con ella. De ese modo  siempre supe que, aparte del KRÜGER virginio blanco o amarillo, indistintamente, existían otras muchas marcas de tabaco que se me antojaban hasta divertidas como era el caso de la marca 46, por ejemplo, que siempre me recordaba la fecha de mi nacimiento pero también existían otras muchas y vistosas como RECORD, VENCEDOR, OVAL LUCHA, CORONAS, etc.

Hoy día, bajo la denominación de menaje del hogar, pueden adquirirse los múltiples utensilios que son precisos, necesarios, casi indispensables para hacernos mucho más cómoda, si cabe, la vida cotidiana  dentro de casa pero en los años cincuenta, en el seno de humildes familias como la mía, resultaba impensable tener acceso a ellos, de modo que para planchar, por ejemplo, mi madre se valía de dos planchas distintas de hierro que iba alternando sobre el soporte de la cocinilla, de modo que cuando una ya se enfriaba, era sustituida por la otra bien caliente. Pero entonces, era preciso utilizar, para evitar quemarte la mano con el mango ardiente de la plancha, un utensilio de lana y acolchado, de pequeñas dimensiones, que se denominaba cogedor

Las cocinillas, que regularmente se alimentaban con petróleo o gasolina, las había de dos tipos: de ruido y de silencio. Las de ruido debían su nombre al sonido ronco que producían como consecuencia de la combustión originada en el quemador, sin embargo, el silencio que caracterizaba al otro modelo era debido a la presencia de un sombrerete que, colocado a tal efecto sobre el quemador, atenuaba casi por completo el ruido. Tanto un modelo como el otro disponían de un mismo tipo de boquilla, con un diminuto orificio hasta donde llegaba el combustible desde el depósito pero que en ocasiones se obturaba. Un sencillo artilugio con manguito plano de hojalata y un trozo de finísimo alambre en el extremo más delgado y perpendicular a él era utilizado entonces para destupir la dorada boquilla; se trataba del destupidor. Llevaban además un curioso dispositivo de fuelle manual que activado un par de veces servía para introducir aire en el depósito y avivar así la llama en el quemador.

(El destupidor se podía adquirir por sólo unos céntimos en la venta más próxima a tu casa)

No siempre, las medidas extremas adoptadas por mi madre en relación a la higiene doméstica o del hogar ofrecían el resultado por todos esperado. Y eso que, por entonces, solía aplicar profusamente productos tan efectivos como lo eran  el zotal, la lejía, el amoniaco, el salfumán, o la sosa cáustica en todas las superficies susceptibles de albergar cualquier tipo de  insectos o parásitos domésticos que se hubieran instalado, sobre todo, a ras del suelo, en el techo, las paredes o los colchones.


Cuando esto ocurría, mi hermano y yo tomábamos cartas en el asunto y, por nuestra propia cuenta, declarábamos una guerra abierta y sin cuartel, en particular contra las chinches, resistentes casi siempre a los distintos insecticidas de la época. Éstas solían refugiarse normalmente entre las irregularidades que presentaban  las paredes contra las que se apoyaban nuestras camas pero, por suerte para nosotros, su extraño y brillante color marrón no les permitía mimetizarse del todo con el color blanco de las superficies, por lo que resultaban fácilmente localizables para nuestros propios intereses. Armados entonces con sendos alfileres o imperdibles y una vez localizado por fin el enemigo, les dábamos muerte sin compasión y de inmediato de un certero pinchazo que, sobre la nívea superficie de la pared, ocasionaba siempre una visible e inevitable manchita roja de sangre. Por cada una que mataba, mi hermano balbucía siempre por lo bajo: “¡sangre de mi sangre!”.eso que contábamos con la protección de un Ángel de la Guardia, que nos amparaba noche y día, cuya lámina, convenientemente enmarcada, colgaba precisamente de aquella misma pared por encima de la cabecera de la cama. (Ángel de la Guardia/ dulce compañía/ no me desampares/ ni de noche ni de día)

Después de la masacre, mi madre intervenía rápidamente para limpiar el rastro de sangre antes de que ésta se secara por completo y retirar de inmediato los restos de la media docena de parásitos heridos de muerte que habíamos abandonado entre los resquicios de las paredes. Ésta entretenida operación de limpieza la llevábamos a cabo cada equis tiempo durante los dieciseis años que permanecimos en aquella mísera vivienda del populoso pueblo de LA CUESTA.


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El mayor enemigo de las moscas domésticas consistía en las pulverizaciones de insecticida lanzadas desde un aparatito de fuelle y también de hojalata que denominábamos FLY. Las familias que, por desgracia, carecían de él solían colgar del techo unas cintas con atrayente, pegajosas y adhesivas, a modo de carrete fotográfico desenrollado dónde acudían las muchas moscas que, por golosas, morían presas de patas en ella.
(Solían colgar también en algunas ventas del barrio, al costado de las jareas y los tollos)

Por las tardes, mi madre tostaba café crudo de Venezuela (comprado al cambullón) en una sartén a tal efecto. Una vez tostado, siempre era yo el encargado de molerlo de inmediato y en caliente,  haciendo girar la manivela de un pequeño molinillo de madera en cuya cajita, destinada a ello. se iba depositando mansamente el finísimo y negro resultado de la molienda. Haciendo luego uso de la cafetera de dos piezas, para colar el café ya molido y aún tibio y una vez colocado en el colador de la parte superior, mi madre, -en un riguroso y silencioso ritual-, iba añadiendo agua hirviendo poco a poco hasta caer goteando, lentamente teñida y bien caliente, en la parte inferior de la cafetera. El resultado era un café negro y espeso cuya extraordinaria textura parecía delicíosamente similar al mismísimo alquitrán.


Mientras tomábamos café en la cocina, el resto de vecinas del entorno, sentadas bajo el tibio sol del atardecer en el patio común del Callejón Piñeiro, escarmenador en mano, se afanaban en desparasitar lentamente y en silencio las hermosas y largas cabelleras negras de sus jóvenes hijas, todavía solteras.

Utensilios por orden de aparición: jabón Lagarto, brillantina, HENO DE PRÁVIA, LUX, lámparas de carburo, radio MOBBA, tabaco (KRUGER, RECORD, VENCEDOR, OVAL LUCHA, CORONAS), plancha, cogedor,cocinilla, destupidor, Ángel de la Guardia, aparato de FLY, atrapa-moscas, molinillo de café, cafetera, escarmenador.






martes, 14 de febrero de 2017

MONEDERO FALSO

Reconozco que siento debilidad por los perdedores honestos; quizá porque, en cierto modo, me identifico bastante con ellos. El caso de Errejón, cuyo programa de partido fue rotundamente rechazado por una gran mayoría en la asamblea de Vista Alegre II, me conmueve en particular porque, aparte de honesto, Íñigo me parece un joven brillante, culto y educado pero cuya inocencia –bendita sea- le ha llevado a confiar en exceso en aquellos colegas de viaje que han acabado por derribar al fin, sin ninguna conmiseración, sus tesis políticas respecto a cómo él creía que debía funcionar la dinámica del partido. Sin embargo, dejando aparte al propio Pablo Iglesias, quiero centrarme hoy en la inquietante figura del controvertido Juan Carlos Monedero quién, con su verbo fácil ante los medios de comunicación, durante todo el año anterior, ha venido presumiendo de su aparente imparcialidad respecto de los dos candidatos a la secretaría general arguyendo, además, que dentro de PODEMOS no desempeñaba ya ningún cargo de relevancia pero que , según mi opinión, ello no le impedía  mostrarse públicamente como cronista mediático de las interioridades del partido cuando era entrevistado por la prensa o la televisión y tomando descaradamente partido por uno de ellos en concreto: por Pablo Iglesias. 


Por el valle de lágrimas dejado estos días por Íñigo Errejón, navega ufano el místico Carlos Monedero en busca de ese río revuelto donde la ganancia de pescadores sabe que está del todo asegurada. Aferrado siempre a su monedero de vieja, de broche de presión metálico, guarda, y en ocasiones acaricia, las relucientes treinta monedas de plata que desde la fundación de PODEMOS lleva siempre consigo. Tanto si se suicida como si no, haría bien en devolverlas a su lugar de origen. Judas no lo hizo.

Al astuto Monedero siempre, a lo largo de la Historia, se le ha visto manipulando, cuando no intrigando en el seno de las más poderosas familias europeas del Renacimiento: los Medicci, los Sforza, los Borgia, etc. La penúltima vez que fue visto tuvo lugar en la Corte de los Zares, encarnado en la inquietante figura del monje Rasputín entre la familia Romanov. Hoy regresa de nuevo, en pleno siglo XXI, envuelto esta vez en su aureola de reputado politólogo y seguramente dispuesto a ocupar un sitio relevante en el seno de la cúpula del nuevo PODEMOS desde donde poder mediar en su propio y único beneficio.


MEMORIAS DE SANTA CRUZ

De mi época infantil en la que de la mano de mi padre bajábamos desde La Cuesta a Santa Cruz en la exclusiva, mi memoria destaca a cuatro personajes de entonces y otros tantos bares de la capital donde, en ocasiones, al parecer coincidían todos ellos.

Corrían los años cincuenta del pasado siglo y ya teníamos radio en casa, de marca MOBBA, con onda corta incluida, de modo que por las noches, al conectar con Radio Club Tenerife, el nombre de SOMAR, a la sazón director de la emisora decana, me sonaba hasta entonces desconocido  hasta que muchos años más tarde, ya con trece años cumplidos, acudiría de nuevo a mi memoria hasta tratarle personalmente durante una actuación en directo, un sábado por la noche, en un popular programa creado por él mismo y conocido bajo el nombre de Festival de las Estrellas. De ello trataremos al final  porque aquellos bares míticos a los que he aludido anteriormente representaban para mí un misterio difícil de resolver. Sus nombres, entre los muchos que existían, los recuerdo todavía: el Águila, en la calle de Valentín Sanz, cerca de la Plaza del Príncipe, el Café La Peña y el Cuatro Naciones, en la Plaza de la Candelaria y, por último, el Atlántico, frente al mar, dónde me quedaba boquiabierto contemplando absorto el gran cuadro del Teide que presidía el enorme comedor.
Mi padre no se atrevía a entrar conmigo en ninguno de ellos pero desde la calle me señalaba discretamente a algunos de sus ilustres clientes a los que él, en alguna ocasión, había servido en la barra del Atlántico donde trabajaba como barman.

En cierta ocasión, al pasar frente a El Águila y sabedor mi padre de lo mucho que me gustaba entonces ya el dibujo, me señaló a MESA, caricaturista por excelencia de aquella época y que no sé por qué razón le encontré un enorme parecido con el pianista y compositor Agustín Lara. Me pareció un hombre taciturno y concentrado pero sus caricaturas gozaban de un ingenio y una gracia tal que me provocaban auténtica risa. No recuerdo con exactitud en cuál de ellos, aunque estoy seguro que en uno de esos cuatro bares señalados y, según mi padre, siempre ante un vaso de whisky, también pude conocer de vista a CROSITA. Recuerdo haber visto su nombre, -¿o era el de NIJOTA?- al pie de ciertas coplas canarias, editadas en forma de cromos que yo coleccionaba y cuyas rimas, siempre según mi padre, eran de su autoría. Si no me equivoco, aquellos cromos venían como regalo en el interior de alguna marca de tabaco que fumaba mi padre y que por citar una al azar, podría ser OVAL LUCHA, cuya cajetilla de color azul me llamaba mucho la atención no sólo por los dos luchadores representados en ella sino, además,  porque los cigarrillos en cuestión no eran lo del  todo cilíndricos que cabría esperar.

Por último, no quiero olvidarme de las pocas veces que asistí al Estadio Heliodoro Rodríguez López para presenciar un partido de fútbol de los de entonces. Cuando digo de los de entonces no quiero referirme a que el fútbol haya cambiado tanto con los años sino que la diferencia  estriba hoy en el comportamiento de un graderío que sin PACO ZUPPO, dirigiendo a la afición desde el centro mismo del campo, antes del comienzo del encuentro, no sea capaz de entonar “a capella” el popular RIQUI-RACA del que todavía no he olvidado  su onomatopéyica letra y que contribuyera a tantas tardes de gloria vividas del Club Deportivo Tenerife.

SOMAR nos citó en Radio Club Tenerife, en la calle Álvarez de Lugo de Santa Cruz, unas horas antes de que comenzara el programa para una prueba musical de audición en su presencia que avalara, a pesar de nuestra juventud, la supuesta profesionalidad que se nos atribuía como grupo. Interrumpió la pieza después de algunos compases y disculpándose por su injusta incredulidad nos citó sin falta algo antes de las diez de la noche, hora en la que daba comienzo el programa en riguroso directo y que nos catapultaría hacia la popularidad en todo el ámbito insular.

domingo, 12 de febrero de 2017

VERDADES COMO PUÑOS

A diferencia de las “medias verdades”, las llamadas “verdades como puños”, bautizadas así por el acervo popular, resultan mucho más contundentes que las anteriores, más compactas si cabe pero, en mi modesta opinión, no tan indiscutibles como a primera vista puedan parecer. Solamente son admisibles las irrefutables, aquellas otras que la ciencia ha mantenido siempre a buen recaudo y en disposición de ser demostradas fehacientemente. El ejemplo más sencillo de los que expondré a continuación es aquel que dice: “el orden de los factores no altera el producto”. Otro ejemplo algo más complejo pero no por ello menos verosímil es el que se desprende del famoso Teorema de Pitágoras, también indiscutible. Que la Tierra gira en torno a su eje (rotación) a la vez que alrededor del Sol (traslación) resulta del mismo modo una verdad inamovible desde que Galileo lo descubriera.

Por razones obvias se dice comúnmente de las matemáticas que son “ciencias exactas” sin embargo, el espectro que presenta el lenguaje no parece aceptar tal aseveración. Me explico: he oído a veces expresiones tales como: “no se hable más; dos y dos son cuatro, lo mires por dónde lo mires”. Pues bien, tratemos de analizar con detenimiento la oración.
Si la verdad que se pretende demostrar significa que los sumandos (2+2) dan como resultado cuatro, resulta una afirmación cuanto menos ambigua porque también con los sumandos (3+1) se obtiene el mismo resultado y con los otros sumandos (1+1+1+1) de igual manera se consigue la misma suma.
Si por el contrario, la verdad que se pretende demostrar es que cuatro es el resultado de (2+2), nos encontraríamos en la misma situación que la anterior porque también lo es de (3+1) y de (1+1+1+1). Sin embargo, si hubiéramos elegido como ejemplo  "dos por dos son cuatro, lo mires por dónde lo mires" el análisis hubiera sido muy distinto porque, exceptuando el (4x1), sólo estos dos factores (2x2) y no otros, dan como resultado cuatro; por lo tanto nos encontramos, ahora sí, ante una VERDAD ABSOLUTA.

De manera que el lenguaje propiamente dicho es completamente ajeno a lo que algunos entendemos por verdades o mentiras, ni está sujeto al arbitrio de ninguna autoridad que nos obligue siempre a contar sólo la verdad. En muchos casos, cuando se escribe, no se tiene la más mínima conciencia ni tampoco la absoluta certeza de cuánto hay de verdad o de mentira en el texto. La subjetividad nos lleva siempre ha herir, sin ni siquiera pretenderlo, los posibles intereses o susceptibilidades de todos aquellos que nos leen a diario; tanto si unos consideran verdad u otros mentira el resultado de lo que escribimos.

No me imagino a unos supuestos Agentes de la Verdad deteniendo a alguien por haber escrito que el agua de mar no es salada. Espero que ello no ocurra nunca en bien de la llamada LIBERTAD DE EXPRESIÓN que, precisamente, es uno de los sólidos pilares de nuestra joven DEMOCRACIA


sábado, 11 de febrero de 2017

LA FUERZA DEL DESTINO

Desde que se dio a conocer, siempre he sentido curiosidad por precisar el peso específico que habrá tenido su propio nombre en su subconsciente para que jugando a favor de Pablo Iglesias éste decidiera, bajo su posible influencia, emprender la carrera de Ciencias Políticas en la Complutense de Madrid con el excelente resultado que ya todos conocemos.
He querido recorrer el sendero de su propio destino desde que sus padres le bautizaran con el nombre de Pablo hace ya unos treinta y ocho años hasta nuestros días en los que, precisamente, se dirime su futuro inmediato como secretario general del partido que junto a otros como Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre fundaran hace ya unos tres años con el esperanzador nombre de PODEMOS. Este somero seguimiento desde su nacimiento me ha llevado al convencimiento de que si le hubieran bautizado con un nombre distinto al que ahora tiene, quizá sus derroteros hubieran sido otros muy diferentes; pero eso nunca se sabe con toda certeza aunque,- a tenor de lo dicho anteriormente,- el destino también puede haber estado condicionado desde su origen.

También es cierto que sus compañeros de viaje han llegado conjuntamente al mismo destino sin necesidad de tener que haberse apellidado Iglesias pero en la Asamblea prevista para este fin de semana en Vista Alegre 2 podremos, por fin, comprobar lo mucho que compromete el peso específico de un apellido tan vinculado al socialismo como el de Pablo.

Parece mentira que un detalle tan nimio como pueda serlo un bautizo haya podido jugar, desde mi exclusivo punto de vista, un papel tan importante en el seno de la política actual española. Posiblemente, la idea que acariciara su padre entonces sólo pretendía, -en la figura de su hijo y en memoria de su propio apellido,- un sincero homenaje al que fuera fundador del PSOE y la UGT el humilde tipógrafo llamado también Pablo Iglesias. Tampoco dudo de que el ambiente político en el seno de su propia familia a lo largo de su infancia no haya podido tener una influencia más que notable en su formación pero también es cierto que el destino del que hablo habría colocado a Pablo en un momento político crucial en lo que se refiere a las dificultades habidas en el último año para la gobernabilidad del país; por una parte asociada a la defenestración política de Pedro Sánchez en su carrera hacia la presidencia y por otra, sobre todo, en el preciso momento en que la corrupción en el seno del PP habría alcanzado cotas desproporcionadas de delitos tan flagrantes que han terminado por minar completamente los robustos pilares de los que habría presumido durante tantos años la compacta derecha de este país.

Este ha sido el caldo de cultivo que, al parecer, ha venido alimentando la sensación que hoy tengo de que el destino, sospechoso siempre de acudir en ayuda de los más desfavorecidos, se habría adelantado a los acontecimientos previstos por terceros para propiciar la participación activa de un
nuevo partido que, a medida que no sólo concreta su posición sino además su postura, cobra mucho más fuerza cada día en su competencia con el resto en el terreno político.

jueves, 9 de febrero de 2017

VERGÜENZA AJENA

Existen muchos varones que después de pasar casi media hora sentado en el wáter haciendo sus más sucias necesidades en silencio y en privado, suelen salir inmediatamente después a la calle con la sana intención de comerse por completo el mundo con la conciencia bien tranquila. Pero, ¿dónde vas, muchacho?, ¿con la cantidad de porquería que has almacenado durante tantos días en el intestino y aun así insistes en salir con hambre?

En mi caso particular, antes de salir definitivamente, me siento un buen rato en el bidet. Esos minutos de aseo íntimo me sirven casi siempre de antesala para la reflexión a la espera de las sorpresas que más tarde pueda depararme el día una vez ya en el exterior; o ahí fuera, -como suelen decir algunos protagonistas de las malas películas americanas-.

Como hombres nuevos nos enfrentamos al cada día en cuerpo y alma: limpios de cuerpo y mente; el alma, -en lo que a mí respecta-, impecable. En cualquier caso, impolutos, sin ninguna sospecha de haber salido hace un momento del wáter donde escondíamos a hurtadillas la porquería y convencidos además de que pasará mucho tiempo antes de que no nos tengamos que sentar de nuevo con el pantalón hasta los tobillos, el culo completamente al aire y la conciencia muy tranquila.

Sólo con verme en situación semejante, me hace sentir mucho más tolerante si cabe con los demás, más comprensivo, más humano también, aunque igual de convencido de mis otras muchas limitaciones como persona.

Por todo ello, casi me atrevería a afirmar que soy muy frugal en las comidas como para no verme en el delicado trance de tener que visitar el wáter mucho más veces de las que son estrictamente imprescindibles, y mantener así  mi intestino a buen recaudo y lo suficientemente alejado de su capacidad máxima de almacenamiento aunque sí con la tolerancia mínima suficiente como para que no me preocupe hasta el extremo de que no me permita presumir, entre mis semejantes más allegados, de mis buenas y apacibles intenciones para con los demás.

martes, 7 de febrero de 2017

DESPEINAMIENTO DE TRUMP

El reciente electo presidente de EE.UU., Donald Trump, ha sufrido en el día de ayer el primer y muy desagradable contratiempo político desde que comenzara su fulgurante carrera hasta la Casa Blanca. Al parecer y según confirman distintos medios de comunicación estadounidenses, TRUMP, en un mitin celebrado en el estado de Florida ante a unos cientos de simpatizantes republicanos fue víctima de un profundo y serio despeinado ocasionado, -según fuentes del Suthern Florida Radar-, por una leve brisa provinente del Caribe que en aquel preciso momento soplaba en dirección al continente. Afortunadamente, sus asesores de imagen intervinieron a tiempo  para retirar al Presidente del escenario y trasladarlo con toda celeridad al interior del pabellón habilitado para inesperadas contingencias. 

En una rueda de prensa celebrada algo más tarde para el Wasington Post, su estilista personal aseguraría ser el único responsable del despeinado pero que la probable causa del incidente se hubiera debido al mal estado de la laca que el presidente prefiere y que utiliza por costumbre en la fijación de su rubio y sano cabello del que presume sin ningún rubor.


Una vez resuelto el problema, Donald Trump, en una entrevista concedida a la CNN, aseguraba que este eventual deterioro de su imagen, no alteraría de ninguna manera la filosofía que envuelve a su ya célebre eslogan de AMERICAN FIRST y que el  incidente vivido no afectaría en absoluto a las excelente relaciones que mantiene hoy por hoy con el Sr. Putin y mucho menos a su política exterior en relación con los países musulmanes. Respecto de la construcción del muro en la frontera con México declaró que, ni siquiera despeinado, en absoluto daría marcha atrás a su tan discutida decisión.

lunes, 6 de febrero de 2017

SIN RENCORES

Personalmente, creo no haberle guardado rencor a nadie a lo largo de mi vida pero eso nunca se sabe del todo hasta no hacer un riguroso examen de conciencia que nos permita eximir esa improbable sospecha, imagino, tan inquietante. En cualquier caso, uno ya es tan mayor, ha vivido uno tanto, que si se hubiera dado alguna vez el caso, estoy plenamente convencido de que los supuestos destinatarios de tales resentimientos ya habrían fallecido lo que, por fortuna, también supone que el hipotético rencor guardado hubiera prescrito definitivamente. En tal caso y después de una exhaustiva reflexión sobre tal asunto he llegado incluso a preguntarme si, en realidad, ha valido la pena no haberle guardado rencor a nadie que quizá se lo hubiera realmente  merecido. Sin embargo uno continúa aún vivo y sin ningún resentimiento contra nadie.

Los que ya gozan de la vida eterna sólo ocupan un lugar en nuestra maltrecha memoria; un lugar diminuto y remoto en proporción con el concepto de tiempo y espacio que se supone impera en el más allá. ¿La equivalencia, pongamos por caso, de una semana de vida terrenal a qué  dimensión corresponde en la otra vida? Me lo pregunto para tratar de saber si a partir de una determinada edad como la mía y al albur de que algún otro pueda guardarme un rencor que considere no merecer, ¿valdría quizás la pena pasar a mejor vida como muchos otros lo hicieran antes y disfrutar de la eternidad con mucha más paciencia y de la mejor manera posible?

Cuando alguien se propone ser mejor que el resto a toda costa, por lo general suele despertar en los demás sentimientos contradictorios que se traducen normalmente en un severo rencor en ocasiones enfermizo. Para evitarlo, ser mejor que los demás no debe de constituir nunca una meta en sí misma sino una consecuencia del trabajo bien hecho a lo largo de tu vida activa.

Creo francamente que gente como Mozart, Mondrian, Rodín, Madame Curie, Einstein, por poner algunos ejemplos, fueron en un sentido los mejores sin ni siquiera proponerselo sino que tal categoría se la otorgó más tarde el público como consecuencia de su gran dedicación a lo que realmente les gustó hacer siempre.


Yo intento hacer lo mismo; jamás compito. No importa que luego nadie reconozca mi trabajo, quizá porque no me lo merezca, pero me inclino siempre por no intentar ser el mejor a propósito ni  a cualquier precio sino procurar hacer mi trabajo lo mejor posible mientras lo lleve a cabo. Aunque también cabe la posibilidad de que la extrema dedicación por todo aquello que me gustó hacer y con lo que disfruté en vida alcance el valor que, después de muerto, le concedan otros pero sí que para entonces estaré completamente seguro de que nadie me guardó nunca el menor rencor y echó en falta mi ausencia.

domingo, 5 de febrero de 2017

PEDRO CARBALLO EN LA LUNA

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La sorpresa ha sido realmente muy agradable. Conocí a Carballo durante el servicio militar en el año 1968. Aquel año coincidimos en Hoya Fría, CIR 15, en la 9ª Compañía que por otro lado tenía fama de ser la más indisciplinada del campamento. En aquel entrañable ambiente de indisciplina organizada se inició una profunda amistad entre un numeroso grupo de jóvenes entre los que también se encontraba Paco Sicilia, Luis Santacreu, Antonio Luque, Piñero Mena, Alejandro Matilla, Guanche y muchos otros cuyos nombres no me vienen hoy a la memoria.
Conservo de aquel entonces varias fotos de la "mili" pero destacaré dos distintas de Pedro Carballo: una en compañía de su gran amigo Paco Sicilia y otra conmigo.

Hoy tenemos la misma edad, naturalmente, y por eso me asombra el enorme pundonor que se necesita para lograr el mérito ganado por Pedro Carballo en ese triatlón tan duro en Lanzarote y donde fue elegido como un auténtico IRON MAN entre todos los participantes.



viernes, 3 de febrero de 2017

ENCAJAR MENTIRAS

Analizando el otro día el valor que puede tener una mentira bien urdida, descubrí, para mi asombro, que cuando es así lo único que pretende el mentiroso en ese caso es sacar alguna ventaja de ella. Un provecho en ocasiones material u oportunista y, -siempre y valga la redundancia-, en exclusivo provecho propio o de sus intereses personales. Pero también, la verdad es utilizada, la mayoría de las veces, para tratar de alcanzar los mismos propósitos, sólo que en esta ocasión tenemos, -si procediera-, un derecho legal a ello y digamos que amparada, asimismo, por la estricta imparcialidad en el marco de la llamada Justicia: ¿JURA DECIR VD. LA VERDAD Y NADA MÁS QUE LA VERDAD?

Si bien muchísimas veces hemos escuchado aquello de que LA VERDAD ES SÓLO UNA, con respecto de la mentira no sucede lo mismo y a eso es a lo que voy. La mentira cuenta con muchas modalidades distintas y una de las más populares es aquella que ya conocemos todos bajo el cristiano nombre de MENTIRA PIADOSA. 

La MENTIRA PIADOSA no tiene ningún valor jurídico que yo sepa aunque si se le atribuye un alto valor moral porque el objetivo que persigue el que miente no es otro que el evitar el sufrimiento de un tercero que se haya visto afectado por el infortunio y, engañarle con ella, sólo pretende la finalidad única de proporcionar algo de consuelo al que padece y eso resulta muy de agradecer, como así viene ocurriendo, durante siglos, en algunas sociedades civilizadas como la nuestra.

También se dan las denominadas MEDIAS VERDADES. Éstas son mucho más difíciles de precisar por los interesados pues sus contornos se difuminan casi siempre sobre un fondo negro de auténticas MENTIRAS. El espectro de estas MEDIAS VERDADES frecuentemente está tolerado por la inmensa mayoría de sus receptores aunque nunca son consideradas por éstos como VERDADES plenamente disuasorias.

He comprobado también que la gente bien educada, cuando quiere negar la grave acusación de un tercero sobre su persona, no dice jamás: ESO ES MENTIRA. Suelen decir siempre: ESO NO ES CIERTO o ESO NO ES VERDAD. 

Una cosa bien distinta es lo que se llama sentirse engañado y en muchas ocasiones yo mismo así lo he creído pero lo que en realidad ha ocurrido es que la verdad manifiesta no ha estado en aquel momento al alcance de nuestras esperadas expectativas y, ante tales circunstancias, nos sentimos enormemente defraudados. 

Puedo afirmar que el ENGAÑO es el hijo único de la MENTIRA.

Yo me he dejado engañar a propósito muchísimas veces y nunca me he sentido víctima del mentiroso habida cuenta de que su principal objetivo no fue el aprovecharse de mi supuesta inocencia al respecto sino que su pretensión no era otra que la de sentirse escuchado, admirado y, sobre todo, reconocido por mí. El derroche de imaginación de estos individuos es magnífico y en estos casos sí que la mentira no está del todo bien urdida porque,
en mi modesta opinión, con esa humilde falta de rigor en su testimonio, el mentiroso suele crear el suficiente margen de incredibilidad como para que parezca atractiva no sólo la supuesta verdad que preconiza sino, al mismo tiempo, también la supuesta mentira que se esconde tras la cita. 

Uno de estos simpáticos mentirosos compulsivos me confesó en cierta ocasión lo siguiente: “YO NO MIENTO, ZOILO; ME INVENTO VERDADES” 

Y a continuación me pregunto: ¿Un relato de ficción, una novela, un cuento, etc. etc., no es acaso una verdad inventada? Partiendo pues de esta primicia, puedo asegurar que este tipo de mentirosos con los que me he tropezado tantas veces, que ni se lucran ni perjudican a nadie con sus supuestas mentiras, no nos queda más remedio que considerarlos como a grandes fabuladores o narradores orales y agradecerles que LA MENTIRA, al contrario que la PURA VERDAD, puede resultar incluso atractiva, capaz casi siempre, de proporcionar un enorme placer, máxime, cuando mienten en tu favor, sobre todo a lo largo de la infancia, durante la cual el ratoncito Pérez nos visitaba mientras dormíamos para, a cambio de un diente nuestro desprendido y que solíamos depositar bajo la almohada, dejarte alguna monedita para la hucha en forma de cerdito que la mayoría teníamos en casa. ¿Y como olvidar la esperanzadora mentira de nuestros padres respecto de la llegada de los Reyes Magos de Oriente la noche de cada cinco de Enero? 

Desde siempre hemos aprendido a encajar hermosas mentiras.