BAKARI: llegó a Canarias en patera y fue deportado a Cataluña. Tiene esposa y tres hijos en Africa y los fines de semana trabaja con nosotros.
Desde las páginas de mi humilde Blog, invito a todos mis paisanos canarios a que hagan una profunda reflexión sobre el siguiente artículo, -escrito posiblemente por un energúmeno,- aparecido en una de las páginas de un periódico gratuito que, por lo menos en Barcelona, suele repartirse a la entrada de los accesos al METRO con el único aparente propósito de que no te aburras durante el trayecto pero del que yo, por el momento, aprovechando su gratuidad, tan solo utilizaré de aquí en adelante para recoger de la acera las cacas que genera mi querido y apreciado perro PATXI.
El artículo en cuestión dice los siguiente:
"Mi mujer y yo estamos cada vez más preocupados con los miles de africanos que llegan cada día a las Canarias.
Al ver cómo la vicepresidenta del Gobierno le pedía ayuda desesperada a la presidencia de turno de la Unión Europea, sentimos una extraña disociación mental en forma de comprensión total por ambas partes. Por un lado, si yo viviera en Helsinki, me la sudaría lo que pasa en las Canarias. Por otro lado, lo de los cayucos es lo más parecido al Apocalipsis que hevisto fuera de un cine. ¿A quién apoyar?
Al final, usando un mapa y una regla, vimos que estamos más cerca de Tenerife que de Finlandia. Así que nos hemos concienciado y ahora también buscamos soluciones.
Al principio pensamos en poblar las costa Canarias de tiburones. Eso funcionaría como factor disuasorio, pero es cuestión de tiempo que los tiburones se comieran a algún niño canario. Construir una verja en el mar que rodeara las islas también parece buena idea, pero enseguida tuve una visión de los africanos trepando por la verja y tirando el cayuco por encima. Al final, como siempre, la solución es tan fácil que nadie la ve: hay que renunciar a la soberanía de las Canarias. Que se las queden. Problema solucionado. Así en vez de repartirnos inmigrantes por Ia península, nos repartimos a los canarios.
Que vean que los godos somos buena gente. Yo mismo me ofrezco para alojar a un canario en ca
sa. A condición de que planche y sepa cocinar."
Firmado: jcalvo@diarioadn. com
Empezaré confesando que yo, como otros muchos canarios, a pesar de residir desde hace tanto tiempo en la península, jamás he necesitado que ningún "godo" se sintiera obligado de acogerme en su casa a cambio de cocinarle y de plancharle la ropa. En canarias la hospitalidad pasa por no solicitar nada a cambio.
Muy al contrario; mi presencia y la de tantos canarios en la península, ha servido, entre otras cosas, no solo para contribuir con nuestro trabajo al enriquecimiento del PIB (producto interior bruto) sino además al del patrimonio cultural nacional, al sumar al de los propios peninsulares nuestra especial idiosincracia, nuestras arraigadas tradiciones, nuestra excelente cocina, nuestra exquisita música, nuestra especial cultura, etc., etc.
Podría incluso afirmar, -pero por educación no debiera atreverme a tanto porque sería aventurarme a pecar de lo mismo que pecas tú.-, que mi inmigración voluntaria fue exclusivamente debida a que, en mi propio pais, muchos de los empleos, por no decir los mejores, estaban entonces copados por los numerosos inmigrantes peninsulares venidos a Canarias en busca de nuevas oportunidades a sus condiciones de vida.
Por último solo me resta comunicarte, "amigo" Calvo, que cualquiera de los tantos inmigrantes con los que me he encontrado en Canarias a lo largo de mi dilatada existencia presentaban, -y aún hoy presentan,- un aspecto físico mucho más favorable que el tuyo y que a juzgar por el tipo de cabello que luces en la fotografía, dentro de muy poco tiempo habrás hecho honor, sin ni siquiera pretenderlo, a tu propio y significativo aunque dudoso ilustre apellido. Ellos, por lo menos, sin caspa todavía y con una expresión mucho más decidida y valiente que la que muestras en el encabezamiento de tú denigrante artículo sólo pretenden salir adelante con la única esperanza que les queda y que rotundamente les niegas. Quizá la deformación profesional de ser historiador del arte me contamine un poco.
En definitiva:
El artículo en cuestión dice los siguiente:
"Mi mujer y yo estamos cada vez más preocupados con los miles de africanos que llegan cada día a las Canarias.
Al ver cómo la vicepresidenta del Gobierno le pedía ayuda desesperada a la presidencia de turno de la Unión Europea, sentimos una extraña disociación mental en forma de comprensión total por ambas partes. Por un lado, si yo viviera en Helsinki, me la sudaría lo que pasa en las Canarias. Por otro lado, lo de los cayucos es lo más parecido al Apocalipsis que hevisto fuera de un cine. ¿A quién apoyar?
Al final, usando un mapa y una regla, vimos que estamos más cerca de Tenerife que de Finlandia. Así que nos hemos concienciado y ahora también buscamos soluciones.
Al principio pensamos en poblar las costa Canarias de tiburones. Eso funcionaría como factor disuasorio, pero es cuestión de tiempo que los tiburones se comieran a algún niño canario. Construir una verja en el mar que rodeara las islas también parece buena idea, pero enseguida tuve una visión de los africanos trepando por la verja y tirando el cayuco por encima. Al final, como siempre, la solución es tan fácil que nadie la ve: hay que renunciar a la soberanía de las Canarias. Que se las queden. Problema solucionado. Así en vez de repartirnos inmigrantes por Ia península, nos repartimos a los canarios.
Que vean que los godos somos buena gente. Yo mismo me ofrezco para alojar a un canario en ca
sa. A condición de que planche y sepa cocinar."
Firmado: jcalvo@diarioadn. com
Empezaré confesando que yo, como otros muchos canarios, a pesar de residir desde hace tanto tiempo en la península, jamás he necesitado que ningún "godo" se sintiera obligado de acogerme en su casa a cambio de cocinarle y de plancharle la ropa. En canarias la hospitalidad pasa por no solicitar nada a cambio.
Muy al contrario; mi presencia y la de tantos canarios en la península, ha servido, entre otras cosas, no solo para contribuir con nuestro trabajo al enriquecimiento del PIB (producto interior bruto) sino además al del patrimonio cultural nacional, al sumar al de los propios peninsulares nuestra especial idiosincracia, nuestras arraigadas tradiciones, nuestra excelente cocina, nuestra exquisita música, nuestra especial cultura, etc., etc.
Podría incluso afirmar, -pero por educación no debiera atreverme a tanto porque sería aventurarme a pecar de lo mismo que pecas tú.-, que mi inmigración voluntaria fue exclusivamente debida a que, en mi propio pais, muchos de los empleos, por no decir los mejores, estaban entonces copados por los numerosos inmigrantes peninsulares venidos a Canarias en busca de nuevas oportunidades a sus condiciones de vida.
Por último solo me resta comunicarte, "amigo" Calvo, que cualquiera de los tantos inmigrantes con los que me he encontrado en Canarias a lo largo de mi dilatada existencia presentaban, -y aún hoy presentan,- un aspecto físico mucho más favorable que el tuyo y que a juzgar por el tipo de cabello que luces en la fotografía, dentro de muy poco tiempo habrás hecho honor, sin ni siquiera pretenderlo, a tu propio y significativo aunque dudoso ilustre apellido. Ellos, por lo menos, sin caspa todavía y con una expresión mucho más decidida y valiente que la que muestras en el encabezamiento de tú denigrante artículo sólo pretenden salir adelante con la única esperanza que les queda y que rotundamente les niegas. Quizá la deformación profesional de ser historiador del arte me contamine un poco.
En definitiva:
El problema de la inmigración no resulta tan baladí como tú tan ridiculamente lo planteas en tu artículo. Es mucho más profundo y dificil de resolver, a pesar de tu hospitalidad interesada.
Los canarios sabemos muy bién distinguir entre los términos PENINSULARES y "GODOS" y tú, desgraciadamente, perteneces a estos últimos; y eso, que el término GODO suele ir acompañado de un nauseabundo calificativo que describe perfectamente a los personajes de tu calaña y que por vergüenza me reservo.
Los canarios sabemos muy bién distinguir entre los términos PENINSULARES y "GODOS" y tú, desgraciadamente, perteneces a estos últimos; y eso, que el término GODO suele ir acompañado de un nauseabundo calificativo que describe perfectamente a los personajes de tu calaña y que por vergüenza me reservo.