MEMORIAS DE CANARIAS
Por muy grandes que sean, yo solo creo en las mentiras cuyo protagonista no obtiene por ellas ninguna prebenda en beneficio propio ni perjudican al resto que se las creen.
Un buen ejemplo de ello es el caso de mi buen amigo Ferrer.
Ferrer es nacido en Barcelona y, sin embargo, según él, su hermano gemelo es natural de Zaragoza.
La característica de Ferrer no es la de mentiroso en sí, sino la de ser hermano gemelo del que naciera en Zaragoza mientras él lo hacía en Barcelona.
Cuando llegué al Puerto de la Cruz, siendo aún muy jóven, tuve la ocasión de creerme LA MENTIRA MÁS GRANDE JAMÁS CONTADA.
SOBACO ILUSTRADO, apodado así porque a diario se paseaba por S. Telmo con algún libro o media docena de revistas o ámbas cosas a la vez debajo del brazo, me señaló un buen día a un venerable anciano a quién apodaban "El Cubanito", instándome a que, pretextanto ignorar yo la hora, me interesara por el extraordinario reloj (Cuervo y sobrinos) de plata que se alojaba en el bolsillo de su chaleco de lino y cuya cadena, del mismo metal, reverberaba bajo la luz tinerfeña del Puerto de la Cruz. Así obtendría yo la "increíble" historia que "El Cubanito" estaba dispuesto siempre a contar a todo aquel , dispuesto también, a querer escucharla.
"El Cubanito" sospechaba continuamente de cualquiera que osaba preguntarle la hora. Él sabía perfectamente que, en realidad, lo que verdaderamente nos interesaba era escuchar la "alucinante" historia sobre su precioso reloj (Cuervo y sobrinos) de plata y de bolsillo:
"Cuando fuí llamado a filas para combatir en la guerra de Cuba, mi abuelo me regaló este extraordinario reloj (Cuervo y sobrinos) por dos motivos fundamentales: porque me había hecho mayor de repente y como talismán que me proporcionaría, en tierras tan lejanas, la suerte suficiente de librarme de los peligros de la guerra.
Como bien sabes, perdimos la guerra. Los americanos, con la excusa del hundimiento del Maine, se apoderaban paulatinamente de la isla. Huyendo de los yankis, que nos perseguían muy de cerca, mi compañía hubo de retirarse apresuradamente hacia la playa donde esperaba una barcaza para luego depositarnos sobre la cubierta de una barco fondeado a tal fín en la bahía.
Atravesábamos una selva; yo el último y con ganas de hacer de vientre. Me detuve en un claro, a la luz de la luna, he hice allí, a toda prisa, mis necesidades. Evacué rapidamente. A pesar de ser el último, conseguí llegar a tiempo sano y salvo. Una vez en cubierta, descubrí, para mi desdicha, que había extraviado el tan preciado reloj (Cuervo y sobrinos). Posiblemente, en aquel claro de la selva. Me resigné tarde a ello aunque siempre lo lamenté muchísimo. Tras una larga y penosa travesía, arribamos a Canarias. Para entonces mi abuelo había fallecido.
¡¡..Y EN ESTO LLEGÓ FIDEL!!.
Ya felizmente casados, mi mujer y yo aprovechamos una ventajosa oferta del INCERSO por la que nos ofrecían la oportunidad de visitar la Cuba de Castro.
Una vez allí, un buen día arrastré a mi mujer por los senderos que, durante la guerra, en mi huida, me habían permitido llegar hasta la playa con vida. Nos adentramos en la selva pero el claro dónde en el pasado yo había hecho mis necesidades, ya no existía. En su lugar una exhuberante e intrincada vegetación se había hecho sitio. Nuestra presencia había logrado enmudecer a las aves, la brisa dejó de soplar dando lugar a una calma tensa. Y en medio de aquel silencio tropical comenzamos a escuchar perfectamente el inconfundible y acompasado sonido de un TIC-TAC, TIC-TAC, TIC-TAC,........
Alzamos la vista y allí estaba, radiante, brillante, palpitante, suspendido de la rama más alta de un sicomoro. Logré, no sin dificultad, trepar al viejo árbol y recuperar el tan ansiado regalo de mi abuelo.
Anulamos las reservas en el hotel zarpando de inmediato hacia Canarias.
Solo me desprendo de él cuando voy al RETRETE.
Zoilo alias Sir. Livingston
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