Foto y texto que serán publicados el próximo sábado día 10 de Octubre en el suplemento para la zona norte de la isla de Tenerife del diario LA OPINIÓN en el apartado MI PUERTO
Entre todas las personas de las que fui amigo, ninguna otra como LOLO supo encarnar tan notablemente el espíritu lúdico y sutil de una época tan gris, acuciada por una gran crisis social y , como casi todos bien recordamos, tan marcada por la pertinaz censura con la que el viejo régimen pretendía cohartar, cuando no oprimír, toda manifestación abierta de libertad de expresión y/o de opinión. En este sentido, gente como LOLO hicieron valer, con las únicas armas de que disponían en el momento, su legítimo derecho a elegir libremente el largo camino que les conduciría a una popularidad no pretendida pero sí basada en la falta de prejuicios, en la tolerancia, en la diversión, en la cooperación, en la fraternidad y, ¿ por qué no decirlo?, en el "glamour" también.
La iconografía portuense de la época se nutría asímismo de este tipo de personajes envueltos siempre en misteriosas y rocambolescas leyendas alimentadas luego por la calenturienta imaginación popular y que, sin temor a exagerar, terminaban arrastrando al resto de jóvenes a una total desinhibición política de carácter, digamos, liberal que posteriormente tendría su trascendencia positiva en las primeras elecciones libres y democráticas practicadas en el pais.
Quiero decir con ello que no solo los intelectuales convenientemente politizados llevaron a cabo una notable y meritoria concienciación política de la población juvenil en el Puerto de la Cruz y otras distintas ciudades de la isla sino que, aún sin saberlo y sin ni siquiera proponérselo, otros muchos, como fue el caso de LOLO, alcanzarían parecidas metas aunque por muy distintas vías pero no por ello menos válidas como pudieron ser todas aquellas otras utilizadas de carácter puramente lúdico, aparentemente indecentes y, sin embargo, tan participativas.
Nadie como LOLO supo lucir tan bien al cuello un "foulard", ni bailar un cha-cha-cha al estilo francés, en la pista del GOLDEN CLUB como lo bailaba él.
Ese "glamour" achacable a la fígura del mítico LOLO no era otra cosa sino la herencia recogida por él de toda la filmografía americana de una época determinada de la industria del celuloide y que tanto le apasionaba. Una época que se remitia a la de la actriz POLA NERI, pasando por otras no menos famosas como JOSEPHINE BAKER, CARMEN MIRANDA, LANA TURNER, AVA GADNER y la de la pareja de baile por excelencia, rescatada para goce todos nosotros, como fue la formada por FRED ASTAIRE y GINGER ROGERS.
En mi modesta opinión creo que a LOLO se le debe aún el verdadero reconocimiento que se merece. Quizás no por nada en particular, no por nada en concreto, pero sí por todo lo que aportó con su exclusiva presencia al desarrollo del mito en el que se convirtió el Puerto de la Cruz, para la mayoría de los isleños, como lugar de privilegio, de ocio, de diversión e incluso, de grandes esperanzas.